"Isla de Chivos: un paraíso entre el abandono y la depredación"

"A pesar de haber quedado fragmentado, el cerro conserva su belleza natural y extraordinarias vistas oceánicas que todos los días atraen a gran cantidad de turistas y locales. Sin embargo, es un espacio que sufre del abandono institucional y de la depredación de los visitantes."

Lo que los porteños conocen como la Isla de Chivos es en realidad un cerro, que fue dinamitado para extraer el material con el que se construyó gran parte de la infraestructura portuaria que caracteriza el paisaje de Mazatlán hoy en día.

A pesar de haber quedado fragmentado, el cerro conserva su belleza natural y extraordinarias vistas oceánicas que todos los días atraen a gran cantidad de turistas y locales. Sin embargo, es un espacio que sufre del abandono institucional y de la depredación de los visitantes.

Sin que nadie les ponga un alto, es común que la gente suba al cerro y rayonee las rocas y los árboles, tomen cerveza y hasta se droguen, dejen basura, se lleven las piedras por sus bellos colores y formas, o corten la vegetación, además de apedrear a los chivos...

En suma, no hay un respeto porque no hay ninguna vigilancia, lamenta Ricardo Bonilla Arizmendi, quien se dedica a la medicina tradicional y ve en el cerro un lugar sagrado.

Recuerda que en el 90 recibió un documento de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), entonces a cargo de las obras del puerto, como vigilante del lugar. Pero al no contar con ningún respaldo de las autoridades, es difícil cuidar este sitio, que aunque no cuenta con alguna declaratoria de protección especial, alberga al menos 37 especies de plantas medicinales y es parte de un corredor de aves migratorias.

Entre los árboles que se pueden observar se halla el tezcalama (o árbol de amate), la hormigona, perihuete, cardón, malvarisco, entre otros propios de la región.

Así lo expone Ricardo Bonilla, quien enfatiza en la necesidad de que las autoridades, sea Profepa o el gobierno municipal, se involucren más en la conservación de la Isla de Chivos.

"Si usted se da cuenta allá arriba todas las piedras están 'grafiteadas', donde quiera encuentra condones, ropa interior y de todo, porque como aquí no hay una vigilancia, no hay nada, la gente viene y hace lo que quiere", criticó.

De igual manera, continúa, se han permitido construcciones que podrían ser irregulares, pues esos terrenos pertenecen a la zona federal marítimo terrestre, principalmente casas para renta vacacional, sin mencionar otras actividades que se realizan sin mayor ordenamiento.

Recientemente, ejemplificó, comenzó a operar un taller para construcción de catamaranes con fibra de vidrio, cuyos residuos por el aire iban a dar al lado de sus casas, que por el momento han parado de trabajar ante las quejas de los vecinos.

Los primeros habitantes de la Isla de Chivos

Junto a su esposa, María Magdalena Heras, Ricardo Bonilla fue de los primeros habitantes en llegar a la orilla de esa pequeña bahía hace unas cuatro décadas. Hoy tienen una gran familia de seis hijos y trece nietos.

Ella arribó junto con su padre a finales de los años 70. Vivían en el área donde hoy está el muelle de La Puntilla. A cambio de ceder ese terreno, los reubicaron en la Isla de Chivos. Con el paso de los años se han convertido en los guardianes de este lugar, apartado de la mancha urbana, desde donde se puede apreciar el movimiento de los barcos por el canal de navegación.

Se ubica frente al cerro de El Crestón del lado de la Isla de la Piedra, a donde es más fácil llegar en lancha desde Mazatlán. La playa de Isla de Chivos goza de aguas tranquilas, hay seis palapas con venta de mariscos, renta de inflables para que los bañistas disfruten del mar y se llena cada fin de semana. Allí viven unas cuatro familias, y algunos extranjeros por temporadas.

La Isla de Chivos conserva su nombre debido a que la familia de Magdalena, quien es más conocida como Nena, se ha encargado de cuidar a un rebaño de cerca de cuarenta animales, producto de una pareja traída por su padre desde San Bartolo, Baja California Sur.

Magdalena Heras niega que los chivos provoquen un desequilibrio ecológico, pues ella misma se encarga de alimentarlos con maíz y tortillas, o comen las hojas caídas de los árboles.

Lo que sí lamentó es que no falta quien los haga objetivo de cacería.

"Llegaron en su momento a ser más de cien chivos de especie lechera, nosotros los criamos, son como de la familia, pero la gente llega y los mata, se los lleva porque piensan que son silvestres", reveló.

Además de ser uno de los lugares emblemáticos del puerto, la Isla de Chivos cuenta con potencial para desarrollar proyectos turísticos sustentables, por lo que llaman a voltear los ojos hacia este lado de Mazatlán.

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