La ‘Guardiana de las almas’ guía la tradicional callejoneada del Día de Muertos en Mazatlán
MAZATLÁN._ Una vez más Mazatlán se vistió de color, música y tradición con la ya emblemática Callejoneada del Día de Muertos, celebración que año con año transforma el Centro Histórico en un escenario donde la vida y la muerte bailan al mismo compás.
Bajo el nombre de “Una noche de Esperanza”, el desfile reunió a cientos de personas locales y visitantes, quienes entre velas, flores y sonrisas rindieron homenaje a quienes ya partieron, pero también celebraron el gozo de un reencuentro especial.
Desde las primeras horas de la tarde, el ambiente comenzó a encender la Plazuela Machado, donde familias completas, jóvenes y niños, esperaban curiosos la llegada de la ya emblemática Catrina, figura que se ha convertido en el símbolo de esta fiesta.
Este año, la representante de la Muerte en la tierra, diseñada por Luis Antonio Ríos “Momo”, llevó el nombre de “Guardiana de las almas” y se encargó de encabezar este tradicional recorrido, encantando a los espectadores en lo que fue una experiencia visual y emocional.
La Catrina, iluminada con veladoras y acompañada por una manada de xoloitzcuintles que la custodiaban a su paso, avanzaba lentamente de un extremo a otro de las calles del Centro Histórico, moviendo su vestido brillante entre destellos de fuego y los aplausos del público.
Su lento andar y su plasmada sonrisa, parecían unir el mundo de los vivos con el de los muertos en esta noche tan especial.
Detrás de ella una larga comitiva de catrinas vigilaron su recorrido, atrapando las miradas de quienes a lo largo de la calle Constitución formaron una larga valla humana para disfrutar de este tradicional recorrido.
Posteriormente, las comparsas llenaron el recorrido de ritmo y energía, donde las amplias faldas se agitaban al compás de la música banda sinaloense que marcaban el paso de la fiesta y donde la gente se sumaba al baile y la algarabía.
Las calles Constitución, Venus, Sixto Osuna, Romanita de la Peña y Belizario Domínguez, se inundaron de un ambiente festivo y un inconfundible olor a incienso y flores, que se mezclaban con las risas y el griterío que sonaban al unísono.
Cada parada de la callejoneada ofreció una escena distinta, desde danzas tradicionales, coreografías inspiradas en las almas que regresan y música que improvisaban con pasión y maquillaje de catrinas que se convirtieron en una verdadera obra de arte.
Además, a lo largo del recorrido se pudieron apreciar un total de 14 altares, los que se sumaron a una de las máximas tradiciones mexicanas, para recordar a aquellos que ya se adelantaron en el camino.
La callejoneada fue más que un desfile, un encuentro con la memoria, donde cada paso recordaba que el Día de Muertos no es una fecha triste, sino una fiesta de afecto y gratitud.
En Mazatlán, la tradición continúa viviendo con intensidad al ritmo de la música, donde se baila para quienes ya no están, se ríe por ellos y se celebra con la convicción de que nos siguen acompañando desde algún lugar.