Mazatlán tuvo el siglo pasado, en Olas Altas, su propia ‘estatua de la libertad’
A miles de kilómetros de la pobladísima ciudad de Nueva York, frente a otro océano más inmenso, también existió otra estatua de la libertad.
Era el año 1925 cuando la Junta Patriótica de Mazatlán promovió la colocación de una estatua para conmemorar la libertad, después de una época que se escribió a cañonazos.
Y qué mejor lugar que el Paseo Olas Altas. Así se decidió en una consulta popular para coronar un malecón que “olía” a nuevo por la última remodelación en el que se le equipó con un camellón central.
Una mujer de cemento con una antorcha en su mano derecha llegó por mar, en el barco Chihuahua, según se cuenta, aunque fue esculpida en Guadalajara, Jalisco, según un escrito que el cronista de la ciudad, Enrique Vega Ayala, obsequió a Periódico Noroeste.
“Desde el momento de su recepción se inició la polémica sobre su valor estético. Algunas voces se alzaron por considerarla de escasa belleza. Como no les faltaba razón, al final, el calificativo que la propia Junta utilizó para definirla fue la de ‘severo monumento’”, señala el escrito.
Fea o no, la mujer de cemento quedó ahí, en la esquina de Olas Altas y Constitución, coloreada por los atardeceres, bañada por las lluvias y escuchando los carnavales... hasta nueve años más tarde.
Fue en 1934 cuando debido a una nueva “cirugía” del malecón que desapareció el camellón central, la estatua dejó de ser testigo de los atardeceres y fue mudada a la Plazuela Miguel Hidalgo, popularmente conocida como “Plazuela de los Leones”.
Pero una nueva remodelación, ahora de la Plazuela Miguel Hidalgo, obligó a otra mudanza a esta estatua, ahora enviada a la esquina de las calles Gabriel Leyva y Zaragoza... pero más tarde, agentes viales pidieron removerla por las dificultades de tráfico que estaba ocasionando.
A finales de 1949 el Alcalde Ramón Ponzo Peña la donó a San Francisquito Piedras Negras, en la zona rural, donde para los pobladores, la mujer de cemento no es fea: ellos la llaman “La Bella Dama de San Francisquito”.
Y tanto ha sido su amor por la Estatua de la Libertad que la guardan en lo alto de su plazuela. Ya no mira hacia el océano más grande del mundo, es verdad, pero lo hace hacia las casitas del pueblo, es la primera invitada en las fiestas que ahí se celebran y los vecinos jamás la han cambiado de lugar.
Incluso, a pesar de los suspiros por recuperar la historia por parte del Gobierno de Mazatlán, los pobladores no lo han permitido.
Es como una mujer de carne y hueso que fue despreciada en un principio, y que más tarde que temprano, termina por despreciar a quienes la rechazaron, y se queda con quien sí se enamoró de ella.
“Defenderemos a nuestra ‘Bella Dama’, no será removida de aquí. Si la quieren pueden hacer una réplica y ponerla donde la quieran poner... pero ésta no, ésta será defendida por todos sus habitantes”, dijo Ana Alicia Tiznado Lizárraga, ex comisaria y una de las vecinas más próximas de la estatua.
A la “Bella Dama” le falta la mano derecha y cuentan que un borrachito, asustado por lo que pensó era una aparición, se la amputó de un machetazo cuando la acababan de llevar al pueblo, antes de subirla en lo alto de la plazuela. Entonces se buscó ponerle otra antorcha para disfrazar el percance.
Hoy el monumento a la libertad es apreciado, querido, vive en San Francisquito, a unos cuantos kilómetros de la ciudad, y nunca más la volvieron a mudar.
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