‘Me voy para sobrevivir’: cientos de menores y jóvenes desplazados por la violencia en Sinaloa
“Me voy para sobrevivir”, reza el lamento de cientos de menores y jóvenes desplazados por la violencia.
Sin mirar atrás, juventudes de la zona rural dejan familias por seguridad y empleos.
El desplazamiento forzado va dejando solos a pequeños poblados del sur de Sinaloa, donde atrás se quedan los abuelos y padres defendiendo sus recuerdos, tradiciones y cuidando lo poco material que les queda, a pesar de las amenazas de grupos armados que sin más esfuerzo quieren despojarles de sus vidas y propiedades.
Gracia platicó a Noroeste, con rabia, que “los malos” no les dan tregua para quedarse, se están apoderando de todo, presente, futuros, conciencias, territorios y la vida de miles frente a la permisibilidad y complicidad de las autoridades.
“No puedo admitir que las corporaciones responsables con miles y miles de personal, equipos y armamento no puedan detenerlos y sacarlos de los pueblos que eran de nuestros tatarabuelos, abuelos, padres, tíos y tengamos que ser nosotros los que abandonemos nuestras casas porque nos dejaron solos en la nada y frente a los malos”, reclamó la joven de apenas 18 años.
Mientras que Mauricio que se resiste a dejar su hogar, va y viene a Mazatlán a trabajar en busca del sustento que antes tenía en algún negocio de la comunidad y que ahora por la lucha violenta entre los grupos armados, están cerrados, porque ni de chiste llega el turismo al pueblo.
“Nos amolaron porque ya no tenemos trabajo, nosotros que ni la debemos en esta lucha y que por más que digan las autoridades que está todo tranquilo, no es verdad, la gente tiene miedo a transitar las carreteras y dejaron de venir a comprar y consumir y nosotros los jóvenes tenemos que salir por el pan afuera”, reclamó.
Aprovechó para pedir el apoyo de quienes sean para que los poblados con vocación turística no queden como los demás pueblos fantasmas de Concordia, porque los dejaron solos con los malos.
Para la maestra Marisol Lizárraga Lizárraga el desplazamiento va más allá de que se tengan que salir de sus hogares donde nacieron.
“Es la falta de oportunidades por tener que apoyar en la familia, ya sea para la alimentación, renta de la casa, no ser una carga más, algunos dejan los estudios, otros tienen que buscar la forma de pagarse la escuela, los camiones, entre otros motivos”, expresó.
Agregó que los jóvenes que provienen de pueblos vulnerables son los que tienen que trabajar, cuando llegan a la ciudad y son forzados a ser responsables.
Lizárraga Lizárraga es una madre con dos hijos, nacida en San Marcos, uno de los cinco pueblos que desaparecieron por la construcción de la Presa Picachos y que en el 2010 vivieron el primer periodo de violencia que dejó a decenas de familias sin padres y a muchos huérfanos en los caminos y hogares fracturados, pero que por su gran calidad humana se dedicó a darles a esos niños clases de dibujo, teatro y lectura para otorgarles un motivo diferente al sufrimiento.
Así es como durante más de una década se le ha reconocido su trayectoria por su ímpetu y tenacidad rescatando con la educación y cultura a la niñez de la violencia, no solo de la comunidad de la Noria sino de los poblados de los alrededores y que pertenecen al municipio de Mazatlán.
“Así es, varía según el condición de cada familia, y más si vienen de pueblos muy vulnerables”, comentó.
Sobre todo, lamentó que hay zonas en la región que no les alcanza ni para pagar rentas, mucho menos para comprar alimentos y se desplazan sin bienes consigo.
Marisol y su sala de lectura para niños y jóvenes fue creada en medio de una época de violencia y un Museo Comunitario que abonó en mucho a la vocación de la niñez y adolescencia de esa época.
“Lo más importante no es ayudar, sino enseñar a otros para ayudarles”.
Ante la soledad en que se encuentran los poblados rurales por la violencia, y el que cada vez más jóvenes han tenido que salirse a la ciudad en busca de oportunidades, porque la política pública de los gobiernos, los ha dejado solos.
Por ello, pidió a las autoridades que piensen en ubicar universidades con vocaciones rurales para que ayuden a sus comunidades de cuna.
“Que les den seguimiento puntual a los jóvenes qué se desplazan para ofertar carreras técnicas o universitarias, ya sea una universidad del Bienestar Benito Juárez o la Rosario Castellanos, con carreras con enfoque regional como Agronomía, Pesca, Gastronomía. Que sean universidades ubicadas en sitios rurales estratégicos en las sindicaturas, esto les vendría a bien para todos en esa zona”.
De acuerdo con los datos duros de la Secretaría de Bienestar, en la zona sur suman más de 3 mil desplazados de sus pueblos, desde bebés hasta personas mayores, de los cuales 800 son menores de 14 años de casi 50 comunidades de 11 municipios de Sinaloa, que fueron forzados a quedarse como pueblos fantasmas a punta de pistola.
Las familias perdieron todo, familiares y tierras y las cifras mayores señalan a Culiacán y Concordia con mayores estragos.