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"Solangel Rojas Torres"

"UN MAZATLECO EN EL CERN"

"El estudiante de doctorado en la Facultad de Físico Matemáticas de la Universidad Autónoma de Sinaloa visitó por cuarta vez el CERN, como colaborador del proyecto ALICE del Gran Colisionador de Hadrones, que busca recrear la materia de los primeros instantes del universo"

MAZATLÁN._ El experimento más grande y ambicioso del mundo se encuentra en la frontera franco-suiza, junto a un pequeño y pacífico bosque donde se pueden ver unas señalizaciones que delimitan el territorio de ambos países.
“Uno puede caminar por ahí como si nada”, dice Solangel Rojas Torres, quien hace menos de un mes, luego de arduos días de trabajo, solía salir a pasear por los lindes de la ciudad suiza de Ginebra, ya fuera por la orilla del lago o internándose entre las arboledas.
“Ahí sí se notan las estaciones”, recuerda entre risas, “no como aquí, que se puede decir que casi siempre es verano” (refiriéndose al clima mazatleco).
Solangel es uno de los sinaloenses que ha estado colaborando en el proyecto ALICE del Gran Colisionador de Hadrones en el CERN (Conseil Européen por la Recherche Nucléaire, por sus siglas en francés), el experimento que busca recrear la materia de los primeros instantes del universo.
Este proyecto, describe, trabaja con 19 detectores, cada uno con un especialista y sus colaboradores. En total, contando los otros tres proyectos (CMS, ATLAS y LHCb), debe de haber un total de 2 mil personas trabajando en el lugar.
El nombre del experimento, aunque obedece a sus siglas (A Large Ion Collider Experiment), como muchas otras cosas en el CERN, hace referencia a Alicia en el país de las maravillas, dice, como dato curioso.
El objetivo en común parece bastante simple, pero conlleva una complejidad que él mismo no ha llegado a comprender completamente: entender lo que sucedía al momento del Big Bang, mediante la colisión de partículas.
“Es una organización muy grande, desde lo teórico, el qué buscar, dónde buscar... y cómo buscarlo. Es necesario que todas las personas que trabajen ahí estén coordinadas, se atienden las necesidades de cada uno para que pueda funcionar”.
Ahí, afirma, el trabajo en equipo es fundamental, cada uno juega un papel importante en los experimentos. Por más pequeños que sean, siempre van a la vanguardia.
“Al colisionar, sucede el plasma de quarks y gluones. Los quarks son las partículas que componen los protones y una característica interesante de estos es que nunca están separados, los puedes ver en parejas o en triadas, pero nunca aislados. Cuando están bajo altas temperaturas, es como si se fundieran, se juntan. Y entre más juntos, más libres son. Es un concepto que va más allá de la intuición.
“Es una teoría que funciona, que explica muy bien los modelos físicos y las proyecciones que resultan son bastante acertadas”.
Experiencias
anteriores 
Esta no es la primera vez que Solangel visita este centro de investigación en Suiza. En abril de 2014, mientras hacía el segundo curso de la maestría, fue invitado por Ildefonso León Monzón para formar parte del área de detectores.
Durante su primera visita, dice, iba casi en shock.
“No me la creía, era una sensación... como si estuviera sedado. ‘¿Es cierto esto?’, me preguntaba, todavía dudaba. Aparte, como antes ya se me había frustrado una oportunidad, ya me había dicho: ‘no, hasta que esté en el avión me lo voy a creer’”.
En esa ocasión fue de apoyo con dos doctores: el culiacanense Ildefonso León y Gerardo Herrera, uno de los científicos mexicanos que ha impulsado la participación del País en este proyecto, y quien es miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Su estadía se extendió durante un mes.
“Regresé en diciembre de ese mismo año. Pero esta vez fue una estancia más corta (tres semanas), a una tarea que se tenía que terminar de volada: instalar unos detectores”, cuenta.
Al siguiente año, en septiembre de 2015, regresó con algunos otros compañeros de la escuela, para hacer una prueba de haces de partículas.
Posiblemente, dice, regrese dentro de un mes.
‘Mi finalidad es hacer una contribución’
A este mazatleco, de apariencia relajada y tranquila, no le gusta clasificarse como físico o científico, sino como un humano, dice.
“Cometemos el error de clasificarnos, deberíamos vernos como humanos y hacer lo que nos gusta porque nos gusta”.
Su finalidad, destaca, es hacer una contribución. Y aunque aún no sabe en qué, asegura que hará lo mejor que pueda.
“Para mí, dar el ejemplo ya es una ganancia. No tengo una meta final, me concentro en lo que estoy haciendo en este momento. Así es la física, los planes siempre cambian, el trabajo nunca termina. Nunca jamás en la vida. Siempre hay preguntas que te llevan a respuestas, pero estas respuestas te llevan a más preguntas...”.
Estaba acostumbrado a un sistema diferente, con un objetivo claro: hacer el examen y concluir, pero en este ámbito no hay un fin, es un camino infinito, afirma.
 
‘Vi en la 
física una oportunidad’ 
Cuando comenzó a estudiar electrónica en el Instituto Tecnológico de Mazatlán no tenía ni idea de que iba a terminar por dedicarse a la física. Por el momento, relata, sabía que le gustaba la música.
“En realidad no lo busqué; llegué y me gustó. No es que me haya nacido de la nada, sino que me vi envuelto en ese tipo de cosas. La razón por la que me quedé es porque vi una oportunidad: decidí hacer la maestría con una idea soñadora de hacer un cambio en el mundo, muy utópico. Me decía: vale la pena intentarlo cuando menos. El camino, por lo menos, va a ser divertido. Si no pasa nada, disfrutaré el trayecto”, recuerda.
Durante el transcurso de la maestría en física, tuvo la oportunidad de dar clases de electrónica a alumnos de ingeniería. Esta experiencia le permitió reforzar sus conocimientos, comparte.
“Aprendes un montón. Dando clases aprendes porque aprendes. Tienes que saber a lo que vas a enseñar, entenderlo y hasta un poquito más”.
Solangel recuerda que en algunas ocasiones los alumnos le preguntaban cosas que él no sabía, y admitía: “No sé, se las debo”.
Resolviendo los
acertijos de la física
 
El estudiante de doctorado de 28 años describe la física como una rama de la ciencia bastante amplia, gigantesca.
“En mi caso, me gusta la parte de la instrumentación, hacer experimentos en general. Es lo que ahorita me llama la atención, a lo que le estoy agarrando sabor. No soy experto ni nada, hay muchas cosas que no sabes cómo hacer, no sabes qué va a resultar, solo tienes una idea de lo que puede pasar”.
Esta incertidumbre, describe, lo lleva a diseñar experimentos para analizar una característica hasta que arroje un resultado que le sirva.
“Es como descifrar un acertijo, tienes que descubrir cómo funciona, esa parte es bien interesante. Es la más pesada, pero también la más divertida”, asegura entre risas.
 
 
El Gran Colisionador de Hadrone
 
Es el mayor acelerador de partículas. Se encuentra en la frontera franco-suiza cerca de Ginebra. Consiste en un anillo de 27 kilómetros de circunferencia y se ubica a 100 metros bajo tierra.
Investigadores de 29 países del mundo trabajan en el Laboratorio Europeo de Física de Partículas. Buscan recrear la materia de los primeros instantes del universo.
Para ello, colisionan partículas subatómicas en puntos donde se ubican grandes detectores, tales como CMS, ATLAS, LHCb y ALICE.
Las colisiones registran las partículas resultantes para estudiar los elementos que componen la materia de que está hecho el universo.
 
“No me la creía, era una sensación... como si estuviera sedado. ‘¿Es cierto esto?’, me preguntaba, todavía dudaba. Aparte, como antes ya se me había frustrado una oportunidad, ya me había dicho: ‘no, hasta que esté en el avión me lo voy a creer’”
Solangel Rojas Torres
Colaborador del 
proyecto ALICE del Gran Colisionador de Hadrones

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