Un puente corona la cima del Cerro de la Nevería, en Mazatlán, pero, ¿a dónde lleva?
A esta obra tan emblemática para Mazatlán se le han inventado tantas historias y significados que sería difícil sólo contarla con los dedos: que antes pasaba un tren por aquí, que era para transportar hielo, que se utilizaba para llevar carros mineros, entre muchas y muchas más.
En el Cerro de la Nevería, divisando desde lo alto el Paseo Claussen y el Océano Pacífico, el puente Domínguez, como es su verdadero nombre, alimenta la imaginación de visitantes y locales desde décadas atrás.
Pero... ¿cuál es su verdadera historia? , y especialmente, ¿para qué construyeron un puente ahí?

Si usted camina por el Paseo Claussen y observa hacia el Cerro de la Nevería, se encontrará con este puente en medio de dos viviendas.
Este puente no va a ninguna parte, o eso parece, pero ha sobrevivido a tres siglos.
La historia de este puente surge en 1895, pero fue hasta 1935 que tuvo una función, ser el único camino para cruzar a un mirador que estaba del otro lado del cerro, que tenía una vista hacia Olas Altas, de acuerdo con la asociación Amigos de Mazatlán.
La construcción de éste inició como un anhelo ciudadano, las personas que antes vivían por ahí deseaban poder pasar, sin tener que ensuciarse entre la tierra del cerro, o sin tener miedo de caer al vacío.
“Ese puente era una pequeña parte de una camino carretero que bordeaba el cerro, significaba la cristalización de un viejo anhelo de los mazatlecos, de varias generaciones, sabemos que desde 1895 se habían presentado proyectos para sustituir la vieja vereda”, declaró en 2018 César Octavio Berumen.
Al puente lo llamaron “El paseo del General Juan Domínguez”, sin embargo, no existe explicación alguna en el Archivo Municipal sobre él, convirtiéndolo en un misterio de la historia del Viejo Mazatlán.
“La idea de esta construcción fue embellecer el cerro, simplemente, su construcción fue al estilo de las viejas vías del tren, sin embargo, funcionaba como peatonal, convirtiéndolo en un lugar majestuoso que tenía como vista, a los pies de todos, el mar”, comentó.
Este puente conectaba con un túnel, al que ahora conocemos como “Cueva del Diablo” y a otros túneles más que, supuestamente se encontraban al interior del cerro, sin embargo, con los años, dejaron de utilizarse como tales, hasta convertirse en propiedad privada.
Contra lo que puede pensarse hoy día, el paseo podía realizarse en automóvil. El puente era muy estrecho y sólo podía transitarse en un sólo sentido a la vez. Claro, en aquellos años el número de autos no generaba congestionamiento vehicular aun en los momentos de mayor afluencia de visitantes. Un barandal de hierro fundido tubular, de estilo “decó”, servía como protección a los paseantes a lo largo del puente.
El ciclón de 1943 por los deslizamientos de piedras que ocasionó en aquél camino; y, en 1956, los trabajos de ampliación y pavimentación del Paseo Claussen, dejaron inutilizable el camino circundante de acceso al Cerro de la Nevería.
En 1971 un decreto presidencial definió legalmente el estatus de las propiedades y permitió su utilización inmobiliaria, el puente y el túnel apenas si quedaban como vestigios de lo que había sido una área recreativa a finales de la primera mitad del siglo XX.
El cronista de la ciudad, Enrique Vega Ayala, explicó a través de un documento enviado a Periódico Noroeste que el puente fue la corona de un sueño que se suspiró por buen tiempo en Mazatlán: un paseo por el Cerro de la Nevería.
“Por documentos localizados en el Archivo Histórico Municipal sabemos que, por lo menos desde 1895, se habían presentado proyectos para sustituir la vieja vereda de acceso a la cima de ese cerro por un verdadero paseo público, que lo circundara hasta llegar a la cumbre”, señala el escrito.

“Finalmente, en octubre de 1931 se resolvió oficialmente su apertura. La Junta Federal de Mejoras Materiales construiría una nueva vía de acceso que permitiera a mazatlecos y a visitantes fuereños disfrutar la vista panorámica que ofrece esa eminencia redonda”.
Tal vez para seguir una moda gubernamental que quizá aún era joven, la obra se retrasó por razones desconocidas y no fue hasta casi cuatro años después, en junio de 1935, cuando se inauguró. Ahí estaba. Un camino que circundaba el cerro y un puente que le daba un aire más romántico.

Se bautizó con el nombre de General Juan Domínguez aunque la justificación no sobrevivió hasta nuestros tiempos.
“Todo indica que este militar había tenido a su cargo la zona militar de Mazatlán algunos años atrás y probablemente contribuyó en la realización del paseo, autorizando la participación de la tropa bajo su mando en las obras. Aunque también podría tratarse de un homenaje por haber tenido alguna intervención, no documentada, en la defensa del puerto contra los embates de la llamada Revolución Escobarista”, dice Vega Ayala.

Contra lo que puede pensarse, el paseo se realizaba en automóvil. El puente era muy estrecho y sólo podía transitarse en un sólo sentido a la vez. Un barandal de hierro fundido tubular servía como protección a los paseantes a lo largo del puente.
Un ciclón en 1943 ocasionó deslizamientos de piedras en aquel camino y en 1956 los trabajos de ampliación y pavimentación del Paseo Claussen dejaron inutilizable el camino circundante de acceso al Cerro de la Nevería.

Es probable que las dificultades para subir a este cerro y los altos costos que implicaba la introducción de servicios a esos terrenos retrasaran su fraccionamiento y venta para construcción de inmuebles; sólo la ladera del norte empezó a poblarse en los años cuarenta; además de la ladera oriental donde Mazatlán nació.
“Para cuando, en 1971, un decreto presidencial definió legalmente el estatus de las propiedades y permitió su utilización inmobiliaria, ya el puente y el túnel apenas si quedaban como vestigios de lo que había sido un área recreativa a finales de la primera mitad del siglo veinte”.