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Desaparecidos

Familiares y colectivos escarban en Bordo de Xochiaca para encontrar a Bryan, a 9 años de su desaparición en CDMX

El joven, que desapareció cuando tenía 28 años de edad en la capital mexicana, ha sido buscado durante casi nueve años por su familia. El tiradero conocido como Bordo de Xochiaca, en Nezahualcóyotl, Estado de México, es un punto de interés en su caso.
05/07/2025 07:03

Texto: Marcela Nochebuena

A casi nueve años de su desaparición, este 2025 al fin se lograron las primeras dos jornadas oficiales de búsqueda en campo destinadas en específico a la localización de Bryan Quintero Apodaca, cuyo rastro se perdió en la alcaldía Gustavo A. Madero en la Ciudad de México en 2016.

Del 30 de junio al 4 de julio fue la segunda semana del año –la primera ocurrió en febrero– que su familia, integrantes del colectivo Una luz en el camino y personas solidarias destinaron a escarbar entre las toneladas de desperdicios que inundan el Bordo de Xochiaca.

Cuando Bryan desapareció, el 15 de julio de 2016 en la Ciudad de México, todavía no existían ni la Comisión de Búsqueda capitalina ni tantas redes de colectivos en la capital como las que se han multiplicado en los últimos años. Su mamá, Verónica, comenzó a salir a campo sola y sin el apoyo de las instituciones, hasta que dio con Una luz en el camino. Esta vez, ellas y diversas autoridades la acompañaron en cinco días intensivos de búsqueda.

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“Buenos días a todos. Soy Verónica Apodaca y busco a mi hijo Bryan Quintero Apodaca, y doy las gracias por su estancia aquí, y les pido de favor que apoyemos en lo que más podamos, nos esforcemos en apoyar y venir a hacer a lo que venimos, eso es lo que les quiero pedir de favor”, dijo la mamá de Bryan dirigiéndose a las autoridades al inicio del cuarto día de actividades de la jornada de búsqueda este jueves.

Faltaban apenas 10 minutos para las nueve de la mañana, y el sol ya caía a plomo. No iba a dar tregua como en los días anteriores, en los que la búsqueda se extendió incluso algunas horas más gracias a un cielo nublado que resultaba menos extenuante para el esfuerzo físico.

Los vehículos de diferentes autoridades, comisiones de búsqueda, Guardia Nacional, policías estatales y federales, fiscalía y bomberos habían arribado a una zona verde –donde incluso crecen hongos y verdolagas– que queda enfrente, divida por una avenida vehicular, de los terrenos del tiradero conocido como Bordo de Xochiaca. A unos pasos está ahora la estación del Mexibus que lleva el mismo nombre en el municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México.

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Buscar entre toneladas de basura

En esos suelos, la maleza es engañosa: sirve de camuflaje a toneladas de desechos tóxicos que se han ido acumulando debajo y sobre la tierra. Por eso, los primeros dos días de la jornada semanal se destinaron a machetear todo el crecimiento de los matorrales que esconden, pero no desaparecen, montones de residuos. Cada vez que se rasca sobre la tierra, quedan más y más al descubierto.

Por más de 30 años, el basurero a cielo abierto en el Bordo de Xochiaca concentró toneladas de basura. Hoy se considera “controlado”, pero aún genera problemas ambientales por la acumulación de desechos y la emisión de gases tóxicos. La Fundación Slim calcula que se alcanzaron densidades de hasta 16 toneladas por metro cuadrado. Entre 10 y 12 millones de ellas se acumularon al paso de los años.

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Llegado el jueves 3 de julio y luego de que la franja más cercana a la vialidad quedara limpia de maleza, la búsqueda se divide en dos células. La primera enfocada en una zona más lejana, pasando un montículo que sobresale a simple vista, donde existen fosas sépticas –aproximadamente 40– que serán exploradas con la ayuda de una retroexcavadora y del olfateo de caninos entrenados. A ese punto solo tendrá acceso la familia directa de Bryan, su mamá y su hermana, que la ha acompañado la mayoría de los días.

La otra se dirigirá a la orilla del Bordo liberada de maleza, donde después la basura fue removida con la retroexcavadora para entonces comenzar a usar rastrillos y revisar los desperdicios de manera minuciosa en busca de algún hallazgo.

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En 2024, la desaparición del joven fue imputada a un presunto líder de una célula del crimen organizado. Con el tiempo, la fiscalía capitalina determinó que el antiguo tiradero era un punto de interés en su caso.

El área de las fosas sépticas estuvo habitada entre el 2009 y el 2015, explica personal de la Comisión de Búsqueda capitalina, y posteriormente fue desalojada. Sin embargo, existe la hipótesis de que cuando estos pozos estaban creándose para hacer letrinas en aquella zona irregular, permanecieron al descubierto por la misma época de la desaparición de Bryan, en 2016. Por eso, la intención es revisarlos para descartarlos en su totalidad.

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Con ayuda de rastrillos, inspeccionan cientos de residuos tóxicos

En la sección este, donde se removió la maleza –el papá de Bryan también se unió a esas actividades durante la jornada del martes–, integrantes del colectivo Una luz en el camino, familiares y personas solidarias se dividen en dos equipos. La fuerza del sol obligó durante los dos últimos días de la jornada semanal a tomar turnos: media hora unos y media hora los que seguían.

Entre los montículos de basura, que hay que pasar a pie para llegar al punto, el arrastre continúo de los ladrillos ha formado una línea. Familiares de personas desaparecidas, solidarios y personal de la Comisión de Búsqueda comienzan a rastrillar, acomodados en fila sobre esa línea. En este contexto en particular, nadie quiere deshacerse del incómodo cubrebocas. El olor en el ambiente, que el aire lleva y trae con más fuerza ocasionalmente, evidencia a la primera la toxicidad de los residuos.

Al rascar, de entre la tierra salen retazos de tela, costales de cascajo, bolsas de plástico, zapatos, envolturas de todo tipo, desperdicios orgánicos y material médico. Desde el inicio de la jornada semanal —según se recalca el jueves— se ha explicado a la mamá de Bryan que en este punto de interés, es imposible juntar la ropa para hacer una pila de evidencias, pues se trata de cientos o miles de prendas desechadas.

De segundas y terceras capas, desde abajo de la tierra sigue saliendo más basura: cajas de alimentos, tapas, materiales plásticos, envases de bebidas, autopartes, herramientas de limpieza, productos de higiene personal, mangueras, jeringas y más. También hay algunas piedras. Todo se desplaza hacia el montículo que ha quedado de espaldas de quienes rastrillan, donde se van acumulando los residuos ya revisados que más tarde serán levantados por la retroexcavadora.

A unos metros de la línea, se depositan en un par de cubetas diferentes tipos y tamaños de fragmentos óseos que son hallados ocasionalmente. Un antropólogo de la Comisión de Búsqueda local explica a un par de jóvenes solidarios las características que lo llevan a concluir que definitivamente no son humanos. Más tarde se informará que corresponden a todo tipo de fauna: pollos, cerdos, perros, y hasta chivos.

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“Es lo que tenemos que hacer para encontrarlos”

Las instancias de seguridad, como la Guardia Nacional y la policía de investigación, permanecen al margen, en el resguardo perimetral, impasibles. Solo unos cuantos elementos del Estado de México participan en la línea de rastrilleo. Aunque las comisiones de búsqueda tienen una participación activa, gran parte de la carga, como ocurre hace mucho, recae en las tareas de campo obligadas que emprenden, siempre primero, las familias, las mismas que hace apenas una semana no fueron tomadas en cuenta para las reformas legislativas a la Ley General en materia de desaparición.

“Está bien pesado, pero es lo que tenemos que hacer para encontrarlos”, dirá Verónica más tarde, al regresar con su hija del área de fosas sépticas. Desde hace ya casi una década, además, está a cargo de los dos hijos de Bryan. “Que hagan justicia, que busquen, que desquiten su sueldo que nosotros con impuestos pagamos, que se pongan en los zapatos de las familias”, había pedido ella a las autoridades en la pasada Marcha de la Dignidad Nacional el 10 de mayo.

De donde regresa con su hija, la parte oeste, se exploraron durante las acciones del jueves cinco letrinas, y durante las del viernes, siete, de las 40 aproximadas que hay. En la mayoría se alcanzó una profundidad de entre 1.50 a 2 metros y solo se encontró basura con temporalidad de diversas décadas. Los caninos, se reportará más tarde, no mostraron ningún interés ni modificación alguna de conducta alusiva a los aromas con los que fueron entrenados.

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“Cabe mencionar que en cada pozo se realizaron los rastreos con la participación del binomio de los compañeros de Guardia Nacional, los compañeros de zorros y por parte de la comisión de búsqueda”, abunda uno de los integrantes de la comisión de búsqueda capitalina. Personal de la del Estado de México también se unió a las tareas toda la semana.

“Nosotros, equipo número dos, estuvimos interviniendo el área oeste, detrás del montículo, donde se trabajaron siete letrinas, más bien tres eran dobles, entonces las contamos como una por la cercanía de trabajo con la máquina; sin embargo, no se encontraron muchos elementos óseos y se descartaron todas las prendas que se encontraban rellenadas en los pozos. Igualmente, la temporalidad que se está manejando es muy larga: desde los 90, 2008, y la basura más reciente que hemos obtenido es 2022”, informa la comisión de búsqueda local.

En el rastrilleo, como terminó ocurriendo todos los días, tampoco hay resultados positivos: la idea principal era revisar la basura y ver si había restos sobre todo de huesos largos o incluso piezas dentales. “En general, lo que se encontró son piezas, restos óseos de fauna, mucho tiene que ver con consumo humano de alimentación y también la mayoría de los que hemos estado aquí han visto, muchos son de perros”, añadió el jueves el antropólogo de la comisión de búsqueda local.

Para el final de la jornada de ese día, dijo, se había descartado en general prácticamente la mitad de toda la basura de esa área, mediante turnos para evitar el desgaste del sol. Para el cierre de la semana, esa zona terminó descartada por completo, pero a las fosas sépticas aún habrá que volver en otro momento. El área total que se cubrió es mínima, según la fiscalía capitalina, pues ni siquiera llega a un 40 o 50 por ciento, dadas las dimensiones del antiguo tiradero.

“Por parte del equipo número uno, estuvimos en el área 6 del polígono número uno, y nos dividimos en dos células, las cuales estuvimos trabajando cada media hora, estuvimos interviniendo en el lugar, haciendo la revisión; como resultado de esto, estamos dando por descartado el sitio, esta zona, debido a las condiciones y a la basura, y a todos los elementos que hemos encontrado, llamémosle indicios o elementos biológicos, que son los restos óseos; en su totalidad toda la semana han sido de procedencia animal”, señala uno de los funcionarios de la comisión local de búsqueda.

El rastrilleo ocurrió principalmente en la parte que colinda con la circulación vehicular —hubo personas que incluso pasaron a dejar algunas bebidas de manera solidaria—, solo en la franja donde se despejó la maleza. Aunque a primera vista da la impresión de que más adelante solo queda maleza, en realidad esta, al igual que la removida, también oculta más y más basura, que se extiende varios metros hacia el fondo hasta donde pasan las vías del tren que todavía transita por el punto. Esa porción ya no será explorada.

Sin resultados positivos en la búsqueda de Bryan

En el cuarto y quinto día de la jornada semanal, las actividades se dan por terminadas un poco más temprano, cerca de mediodía: el sol no solo hace estragos en los cuerpos, sino en el aroma cada vez más fétido y penetrante que propicia el calor, al que el olfato humano no se acostumbra fácil, incluso después de varias horas.

Luego de los nueve años que pasaron para que las búsquedas oficiales de Bryan comenzaran en el punto de interés indicado por la fiscalía, el cierre de la jornada semanal no arrojó ningún resultado positivo en su localización. Pasado el mediodía, quedó solo el agradecimiento de la Comisión de Búsqueda local y de la mamá del joven al promedio de entre 40 y 50 personas que participaron a diario en el rastreo del Bordo de Xochiaca.

Ante una sábana azul extendida sobre el suelo, repleta de pequeños huesitos acomodados alrededor de un letrero blanco con la leyenda “restos óseos de origen animal descartados por la especialidad de antropología”, tras la segunda jornada oficial de búsqueda que las autoridades le han destinado a su hijo, que en solo unos días cumplirá 9 años exactos de desaparecido, la pregunta de Verónica en torno a su paradero permanece: “¿Dónde está?”.