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Conexión

Habitantes de comunidades rurales de Acapulco caminan hasta hallar señal para hablar con sus familias

Victoria e Hillary están en la esquina de la Base Naval de Icacos, como decenas de personas de Acapulco, porque ahí hay señal de Internet

Marlén Castro y Jesús Guerrero

Victoria Mayo Luna y su hija Hillary mandaron hasta el martes 31 de octubre, siete días después del paso del huracán Otis, un mensaje a sus familiares de Estados Unidos de que están bien.

Victoria e Hillary están en la esquina de la Base Naval de Icacos, como decenas de personas de Acapulco, porque ahí hay señal de internet. Utilizan como centro de operaciones, las instalaciones destruidas de un Oxxo.

Las conversaciones de las diferentes personas que están ahí son indistintas. Unas hacen llamadas, otras sólo escriben mensajes.

“Estoy bien mamá, solamente pasando mucho calor”, cuenta otra mujer del área de Costa Azul.

“Bueno, pasando calor y hambre, porque hay pocas cosas que comer pero no nos pasó nada. La casa quedó destruida pero lo que importa que es nuestra vida, no nos pasó nada. No, nuestra casa no se la llevó el agua, si se metió el agua pero por las ventanas, porque se rompieron los vidrios. Todos estos días hemos estado limpiando”.

Son las cuatro de la tarde del martes. Victoria e Hillary en estos momentos retornan a El Salto, una comunidad rural de Acapulco, de mil 400 habitantes, porque tienen que retornar antes de que anochezca y a pie, de la misma forma que llegaron, probablemente estén en la comunidad alrededor de las nueve de la noche.

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Victoria Mayo cuenta que salieron a las 9:00 de la mañana de El Salto y llegaron hasta la base naval de Icacos, alrededor de las tres de la tarde y, eso, porque en algunos tramos, consiguieron aventón.

“Ahorita de regreso si conseguimos que en algunos tramos alguien nos lleve podríamos llegar a las siete de la noche, sino probablemente hasta las 9:00 o hasta las 11:00 de la noche”, contó.

Victoria avisó a un hermano en Estados Unidos que estaban bien en El Salto. Ellas mismas estaban muy preocupadas de pensar que su hermano por la falta de noticias viniera a buscarlas, con todos los riesgos que implica para los migrantes retornar.

Lo hubieran hecho antes pero sabían que en el puerto no había señal y, además, había muchos obstáculos en el camino que implicaban hacer mucho más tiempo en el recorrido. En El Salto, como en todas las comunidades rurales de Acapulco, están sin energía eléctrica, sin agua y no hay señal de teléfonos y celulares.

“No tenemos casi nada para comer pero afortunadamente en El Salto nadie se ahogó, nadie está desaparecido. Todos los que ahí vivimos estamos bien, aunque no hay luz, no hay agua y tenemos que salir hasta acá caminando para comunicarnos con nuestra familia”.

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