Desinformación actual y electoral, un flagelo a combatir

    El asunto de la desinformación es que no siempre es burda ni obvia, y no debemos olvidar que, como lo señalamos en un artículo del año pasado: 'es pagada y financiada por alguien, usualmente políticos, instituciones o empresarios con el firme e intencional propósito de engañar y manipular'.

    No es la primera vez que comentamos en este espacio, y alertamos, sobre la desinformación: desde el año pasado y de nuevo apenas hace unos días hablamos sobre la que ya imperaba en este proceso electoral y que se recrudecería conforme fueran avanzando las campañas.

    Una de las soluciones o al menos una de las recomendaciones que señalan los expertos para combatir la desinformación es la llamada alfabetización digital. Y la verdad, lo reconocemos, esa nos toca en gran parte a nosotros, a los medios y organizaciones relacionadas con la información.

    Por eso aprovechamos lo que hace unos días ocurrió en los chats de WhatsApp, y seguro en las redes sociales, principalmente de Mazatlán, cuando una publicación relacionada con un candidato se replicó por doquier.

    Y no es que vayamos a defender al candidato ni mucho menos, de hecho no entraremos en el contenido de la publicación en sí, pero sí lo usaremos como un buen ejemplo para lanzar algunos tips básicos que nosotros usamos porque los hemos aprendido y además que están publicados como recomendaciones en cuestión de la lucha contra la desinformación.

    El caso específico nos llegó el miércoles por la tarde vía WhatsApp y era un screen shot o pantallazo de una supuesta nota publicada por The Washington Post que señalaba la implicación de un candidato a diputado en una supuesta detención.

    Nos llegó en paquete con dos links a publicaciones de dos medios estadounidenses.

    Desde el screen shot, se veía la nota publicada en inglés, y con el estilo gráfico prácticamente igual al del medio estadounidense de Washington. Tenía todos los elementos periodísticos, incluidas fotos y firma.

    Imagínense como estaba de bien hecho que hasta en los chats de reporteros agarró vuelo la publicación y la compartieron.

    Claro que en menos de un minuto que la vimos, supimos que era fake news, que la publicación no era del sitio de The Washington Post, pues la dirección electrónica tenía una s de más al final de la palabra post. Y eso se apreciaba desde el screen shot compartido.

    Por no dejar, hicimos una búsqueda rápida en el portal del periódico estadounidense y por supuesto tal nota no existía.

    Y como le firmaron la nota a un periodista reconocido, nos dirigimos a su cuenta de X sólo como precaución y ahí él ya había desmentido que dicha publicación fuera de su autoría.

    Como ve, son tres pasos rápidos que hicimos en menos de cinco minutos. Por supuesto, a esto nos dedicamos. Le sabemos. Por eso le dejamos de nuevo (porque ya lo habíamos hecho antes en este espacio) algunos tips que usted como lector puede aplicar para comprobar en cuanto tenga duda de alguna publicación y, sobre todo, antes de compartirla.

    1. Siga y lea información sólo de sitios reconocidos y confiables.

    2. Cuando le llegue información verifique la fuente y la url o la dirección electrónica original. Usualmente hay una letra de más o algún detalle diferente a la verdadera.

    3. Desconfíe de lo que llega por WhatsApp que trae la leyenda “reenviado muchas veces”, pues eso habla de que está muy alejado de la fuente original.

    4. Contraste la información. Puede sólo googlear la información para contrastar qué dicen otras fuentes sobre el mismo hecho y ver así si es real.

    5. Ante la menor duda o desconfianza que le dé una publicación o imagen reenviada por WhatsApp no comparta y contribuya al menos a frenar la desinformación.

    Tal como lo advertimos, y tal vez más, la desinformación y manipulación de información campea y al contrario de disminuir, pareciera que va en aumento, pero dentro de lo positivo debemos destacar que cada vez más gente está más alerta. Muchas personas nos preguntaron de inmediato si la publicación del candidato mazatleco era real o no, así que al menos estamos sembrando la semilla de la duda.

    De hecho, como ya no es tan sencillo que la gente entre o siga un sitio de información dudosa o que no conoce bien, ahorita el medio más usado es no sólo las redes sociales, sino el WhatsApp, así que habría que estar aún más alerta en ese renglón.

    Incluso los desinformadores avanzan tanto que focalizan su desinformación. Por ejemplo, hace unas semanas circularon una supuesta nota de un medio nacional donde decía que una de las candidatas presidenciales iba a cerrar la Basílica de Guadalupe y la convertiría en un museo.

    Era un texto plano, como si fuera sólo una nota, pero escrita con lenguaje muy exaltado y exageraciones disparatadas que de inmediato se notaba la falsedad del contenido.

    Pero eso, compartido en chats de fervientes católicos de cierta edad, es fuego vivo. La gente lo cree y lo comparte, pues los manipulan con información que les pega y les duele.

    El asunto de la desinformación es que no siempre es burda ni obvia, y no debemos olvidar que, como lo señalamos en un artículo del año pasado: “es pagada y financiada por alguien, usualmente políticos, instituciones o empresarios con el firme e intencional propósito de engañar y manipular”.

    Le recomendamos un artículo que publicamos ayer y que se titula “No creas todo lo que ves y lees, la desinformación es la regla en tiempos electorales”, de la organización civil CandiData, Laboratorio de análisis en temas electorales, de transparencia y democracia en México y América Latina.

    Es uno de los más recientes de muchos que hemos publicado al respecto, porque al menos de nuestra parte no dejaremos de alertar de este flagelo de la desinformación, que no sólo erosiona al periodismo, sino a la sociedad entera.

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