Cada vez que publicamos una nota, una foto, un encabezado, un post o un tuit, para nosotros no es una publicación más o una acción cualquiera... en cada una de ellas va en juego nuestra credibilidad.
Tal vez por eso nuestro trabajo es tan estresante y hasta agobiante, cada letra cuenta, cada acción, como se dice, tiene una reacción.
Desde un comentario cuestionándonos, hasta un lector tomando una decisión con base en información nuestra, hasta poner en juego nuestra credibilidad. Esas son las consecuencias de una malinformación por nuestra parte.
Por eso nos preocupamos más con temas álgidos y complicados de reportear, porque está en juego mucho más que una publicación.
Nos referimos en este caso, seguro ya lo intuyó, a los recientes acontecimientos relacionados con el crimen organizado, que, dicho sea de paso, a veces sí nos entristece que al menos uno de estos artículos al mes lo tenemos que dedicar a esos temas, pero pues así están las circunstancias cuando se hace periodismo desde Sinaloa.
Lo hemos dicho en infinidad de ocasiones que la información respecto a inseguridad, violencia y con mayor razón del crimen organizado, circula más por las vías extraoficiales que por las oficiales.
Entonces, cuando se dan situaciones que en lo inmediato debemos informar es aún más complicado, porque lo primero que debemos hacer es informar, no alarmar.
Por supuesto que esto viene a colación por información que circula incluso a nivel nacional, en medios reconocidos, donde vemos que se publican notas relacionadas con Sinaloa, pero muchas veces sin fundamento, estirando la situación, tratando de aprovechar el contexto más por un clic, que por verdadero deseo de informar.
Claro que a todos los medios actualmente nos interesa un clic, eso significa que nos leen, pero no se trata de lograr un clic a costa de desinformar, al menos eso lo tenemos bien claro en Noroeste.
Por eso en situaciones como la de este jueves pasado, por ejemplo, nos cuidamos, somos cautos, revisamos, cotejamos, confirmamos... pero todo lo tenemos que hacer en tiempo récord y sin condiciones de seguridad o de al menos estar 100 por ciento seguros de lo que está ocurriendo. Tarea nada fácil pero que la experiencia nos ha llevado a saber navegar para salir avante.
Por supuesto, en una situación con tanto en juego, y a la vez tan en el aire, a veces también tropezamos, cometemos errores, llegamos a publicar información inexacta, pero siempre tratamos de corregir en cuanto nos damos cuenta. Cuando es en la edición digital no es mucho problema porque se elimina la publicación de inmediato o se ajusta la información, pero cuando se trata del impreso pues tenemos que esperar hasta la edición del día siguiente, pero corregimos. Lo hacemos, el hecho de que esté impreso no es pretexto para no rectificar.
Por ejemplo el jueves, estuvimos informando de lo ocurrido en la zona norte de Culiacán, más específicamente en la zona rural, pero sin sobredimensionar los hechos, como sí se hizo mucho en otras publicaciones y en redes sociales.
Es decir, claro que la situación era grave, y no se debía tomar a la ligera, pero no podíamos perder la perspectiva, y eso a veces cuesta mucho, porque la adrenalina surge, y lo que no debemos permitir es que sea la que nos guía.
Un periodista con la adrenalina al tope puede ser un mal tomador de decisiones, es cierto, pero también es cierto que los periodistas experimentados y profesionales tenemos que tener la cabeza fría y decidir con cautela.
Detenernos un momento. ¿Qué sabemos? ¿Qué podemos decir? ¿Qué tenemos confirmado? ¿Qué nos consta?... preguntas como estas y muchas más son las que nos hacemos en milésimas de segundos mientras vamos informando.
Sí alertar, no alarmar, Prevenir por sobre todas las cosas. Pensar en lo que le sirve a la población. Son como nuestro mantra. Y lo que menos nos interesa es aplicar una narrativa del terror.
Cuestionar, sí, y mucho, cuando se requiere y sobre lo que se necesita. Pero no alarmar por alarmar.
Sin embargo, como ya dijimos, claro que nos equivocamos, y en este contexto tuvimos un resbalón al publicar el viernes en lo digital una nota sobre que un narcotraficante sinaloense preso en Estados Unidos era ya un testigo protegido. Error. No nos saltaron las alarmas porque el medio que lo decía es usualmente confiable. Y porque la mayor parte de los medios reconocidos a nivel nacional lo replicaron.
Pero no era así. Otra periodista reconocida salió a desmentirlo. Y de inmediato corregimos.
Es decir, lo que el jueves nos cuidamos de no hacer, cuando se hablaba de la supuesta detención de un capo en Culiacán y lo cual nosotros no pudimos confirmar y por eso no lo publicamos, y que finalmente se desmintió, el viernes sí cometimos el error.
Gajes del oficio, podríamos decir, pero nos preocupa y nos ocupamos. Aceptamos el error y corregimos.
Lo tenemos claro, nuestra responsabilidad es informar no desinformar. Y ningún clic o ganancia valen el poner en juego nuestra credibilidad.
Ganar la nota, como decimos en el argot periodístico, por supuesto que importa pero no si es a costa de nuestra credibilidad.