Enfilados a cumplir dos años bajo el yugo de la pandemia provocada por el virus del Covid-19 y a pesar de haber gastado miles de millones de dólares, y de haber puesto a la mayoría de nuestros científicos a trabajar en ello, es hora de que todavía no sabemos casi nada de un virus que ha puesto de cabeza al planeta y que ha matado a millones de personas.
Todos los días dedicamos océanos de tinta para intentar mantenernos al día sobre las últimas noticias del impacto del silencioso virus que llegó para trastocar nuestras vidas y para mantenernos al filo de la butaca intentando descifrar hacía dónde se moverá y en qué lugar hará más daño.
La última noticia que nos ha quitado el sueño ha sido la detección de una nueva variedad del virus, la llamada Ómicron, precedida por el temor que causan las apariciones de nuevas cepas, ante la posibilidad de que fuera una variedad más contagiosa o lo peor, más peligrosa.
A pesar de las noticias poco alentadoras sobre Ómicron, hasta el momento nadie ha podido aclarar sus características, eso sí, su sola presencia ya ha puesto en guardia a países enteros, entre ellos México.
Sin embargo, esta semana, especialistas estadounidenses calificaron a la nueva variante como menos peligrosa que la variante Delta, lo que vendría a desmentir las toneladas de noticias que se han escrito sobre el virus detectado en Sudáfrica y que ahora recorre el mundo.
Por lo pronto, ya hay propuestas para combinar hasta dos vacunas juntas para intentar contener a Ómicron, pero poca gente seria se pone de defender la propuesta.
El asunto de fondo, cuando hablamos del virus, consiste en que la mayoría de las cosas que se dicen sobre el virus demuestran una enorme ignorancia, mientras los casos siguen apareciendo y las personas continúan muriendo.
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