Durante cada ciclo de lluvias, en el País hay regiones que cada año presentan el mismo problema: una infraestructura suficientemente capaz de evitar que haya inundaciones.
Y en cada región generalmente se busca resolver de la misma manera: movilizando maquinaria y recurso humano para extraer de canales y redes pluviales los desechos que obstruyen el flujo libre de agua.
Estas acciones se convierten en un gasto anual programado que no genera medidas preventivas de largo plazo, porque los problemas siguen presentándose en diversas regiones.
Pasa en Sinaloa y ocurre, como muchos saben, en Mazatlán: a nadie sorprende que algunas zonas, las mismas de cada año, se inunden con cada una de las lluvias que se presentan.
Las zonas que se ven afectadas están detectadas no solo por las autoridades, sino también por la población, y a nadie sorprende que hasta ahora, lo único a lo que aciertan las autoridades es a destinar recursos materiales y humanos para... desazolvar canales.
Y gobiernos han pasado y lo único que se hace es repetir las mismas medidas con las mismas consecuencias: las lluvias siguen provocando inundaciones en las mismas zonas mientras no haya medidas definitivas.
Es momento en que la forma en cómo se gobierna, sea en Mazatlán, en Sinaloa o en otras regiones del País, se haga con una planeación efectiva y con soluciones de largo plazo, es decir, que los recursos que se apliquen para atender, por ejemplo, las inundaciones, den respuestas permanentes y no emergentes como se ha hecho hasta ahora.
Y hoy se plantea el tema de las inundaciones porque es lo que ha vuelto a presentarse otra vez en Mazatlán, pero de la misma manera se ha acostumbrado a atender las necesidades de cada una de las comunidades en el País, otorgando solo soluciones temporales.
Los recursos deben tener un uso más eficiente y mientras no haya acciones contempladas a largo plazo, el dinero público seguirá despilfarrándose, con soluciones temporales que no resolverán a profundidad los problemas de las comunidades.