Como ha ocurrido en otros momentos, Sinaloa ha vuelto a ser tema de conversación pública por el tema de la inseguridad, y la violencia, como reflejo de lo insuficiente que son las políticas públicas para atenderla.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador protagonizó este fin de semana una gira de trabajo por Sinaloa, en la que supervisó varias obras federales que están en marcha en la región. Una de ellas, en los límites entre Sinaloa y Chihuahua.
Hacia allá se trasladaron camionetas con representantes de medios de comunicación y en el camino, en la zona de Badiraguato, se toparon con un retén de hombres armados que no eran las autoridades.
Esa inseguridad y esa manifestación de violencia es lo que se ha puesto de nuevo en la discusión pública, porque los grupos delictivos se hacen presentes lo mismo en Sinaloa que en otras entidades del País: lo hacen, porque pueden y porque están seguros que rara vez se les castiga.
Sin duda, lo que ocurre hoy es la inercia de lo que se dejó hacer en el pasado y lo que hoy ocurre en zonas lejanas, como los caminos en la sierra sinaloense, es la inercia de lo que también en este Gobierno se ha dejado de hacer.
Es verdad que lo que el País menos necesita es otra reproducción de la llamada guerra contra el narcotráfico, como en el pasado la llamó el Gobierno, por toda la inestabilidad social que dejó a lo largo de todo el territorio nacional.
Pero lo que sí necesita México, es una autoridad dispuesta a hacer valer el Estado de Derecho; un Gobierno dispuesto a respetar las leyes, pero también a procurar que se respeten; un Estado que asegure que ante todo, prevalecerá la justicia.
No ha sido así, ni antes ni ahora, y por eso es que los grupos delictivos asesinan, por eso es que toman las calles, por eso es que retan a las autoridades, por eso es que ponen en entredicho al Estado. Porque mientras no se apliquen las leyes y se sancione, la violencia seguirá ahí.
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