"EXPRESIONES DE LA CIUDAD: El exceso moral e ilegal de las avionetas bendecidoras de Los Mochis"
¿Espera que me alegre por la inferioridad de sus circunstancias?, le dice el rico aristócrata a la desheredada mujer que venía amando en secreto, en una escena tremenda del filme Orgullo y Prejuicio (Joe Wright, 2005), mientras arrecia una tormenta ajena a sus vidas, que no les trastoca ni siquiera un ápice de sus tribulaciones, como pudo haberle sucedido a ciertos sectores no católicos de Los Mochis, cuando desde una avioneta literalmente llovía agua bendita, mientras que desde otra, en una hazaña extraordinaria, el padre Pedro Valle hacía que irisara sobre la ciudad el Santísimo Sacramento, en tanto se leía, bajo las alas de la nave, la leyenda: “Perdona a tu pueblo, Señor”, como si todo ese pueblo mochiteco fuera uno solo ante la fe apostólica, católica y romana.
Escena del filme Orgullo y prejuicio (Joe Wright, 2005).
Gloria a Dios en las alturas, reza una canción de Serrat, excepto que en los tiempos de hoy no todas las miradas reflejan similar divinidad, y por tanto, las restantes fueron vulneradas en sus derechos.
En contraparte, seguro hubo respetable bulla por la singular gala del Corpus Christi, esto es, el uso cristiano de honrar la Eucaristía (el Santo Sacrificio); e indudablemente muchos alabaron la brisa bendecida, ese efecto de caricia celestial que los lectores de García Márquez pudieron suponer, cuando hizo llover flores amarillas tras la muerte de José Arcadio Buendía, en Cien Años de Soledad.
Pero la viña terrenal -llámese Los Mochis, en este caso-, ya no sólo es del Dios que fundamenta la Iglesia de Roma, porque de acuerdo a la oficina de Gobernación que se encarga de los grupos religiosos (Río Doce, 27 de marzo, 2016), sólo para ese año, en Sinaloa, estaban constituidas 106 asociaciones, de las cuales 48 eran católicas y el resto pertenecía a otras creencias, como evangélicos, testigos de Jehová, protestantes, pentecostales, budistas y musulmanes.
Musulmanes. Y en Los Mochis, donde se sabe de un grupo que adora el Islam y le reza a Alá, que debió sentirse transgredido por aquel rocío democratizador, que también tocó al enorme segmento de no creyentes, aunque éstos muy posiblemente recibieron el baño con un ajá desenfadado, pero que de todas formas, a la vista de las leyes constitucionales mexicanas y de los postulados en materia de derechos humanos, fueron violentados en su calidad de agentes morales soberanos.
Señalar esta situación, permite aclarar que la temática cultural comprende amplios prefacios, y no sólo el arte de definir el bucle mayor de la cabellera de Miguel del Real, en tanto se disfruta la buena interpretación del chotis Las brisas de Mocorito, a cargo de la Orquesta Sinfónica que él dirige.
Y en abono a ello, vale historiar que la Constitución de Apatzingán es obra pretérita, cuando distinguía a la religión católica como la única que debía profesar el Estado, que la Constitución del 17 ya hablaba de la libertad religiosa, amén de las reformas de 1992, devenir que, como efecto dominó, dio lugar a otra reforma en 2012, para exaltar que, además de representativa, democrática y federal, la mexicana es una república laica que no favorece a ningún credo religioso sobre los demás existentes, precepto obviamente infringido tras las avionetas tipo Cessna bendecidoras.
Se razona que ello aconteció por fe a que lo divino alejara la pandemia fatal, y fue un exceso moral e ilegal. Pese al afán, hay horas sin credos en que “todos los muertos se parecen una barbaridad”, como dice Reverte en Territorio Comanche. Y punto. Escríbame: contacto@al100xsinaloa.com