|
"COLUMNA"

"La Ruta del Paladar: Naranjas confitadas para postre o regalo"

"."
La ruta del paladar
12/10/2019

    En estos días, de mi cocina han emanado perfumes que embelesan, como la vez que me agarré como loco confitando naranjas. Todo empezó cuando fui al supermercado por cosas que hacían falta en la alacena y me encontré, sin buscar, con unas naranjas preciosas, redonditas, de color intenso y un grosor de piel exacto, justo como se necesitan para volverlas un postre irresistible, para usarlas en la preparación de roscas y pasteles, o como el perfecto y dulce regalo.

    Lo más tremendo fue cuando me di cuenta que no tenían semillas. De aquí soy, dije, y de ipso facto ya estaban haciendo burbujitas en el jarabe. Quedaron tan sensacionales, que fui al súper por tres veces contiguas, hasta que me hice de una cubetilla rebosante de confite, que guardo como tesoro y no convido. Digo.

     Con la suma de los años, los tutoriales en internet y las técnicas aprendidas de mis maestros en el instituto de Ciencias y Artes Gastronómicas, he llegado a la conclusión de que no es tan difícil llevar a otros niveles el disfrute del paladar, como saber, por ejemplo, que la albahaca del jardín no nada más sirve de infusión para torear gripes, cuando la presencia de esta hierba aromática hace una diferencia absoluta en un dipping que incluye cebollita cambray, mayonesa, crema ácida, limón, pasta de anguila, ajo, sal y pimienta, salsa espesa que se logra en el procesador de alimentos y que le da a los camarones asados un toque gourmet definitivo, hechos en el horno con aceite de oliva.

     No hacía mucho había confitado láminas de jengibre fresco, que ocupaba para un pastel de zanahoria. De acuerdo a indicaciones, el termómetro dentro de la miel debía alcanzar los 106 grados centígrados, y que ya, que apaga la lumbre y córrele porque te pego. Y así fue. Entonces supuse que lo mismo podía aplicar para confitar las naranjas, de modo que puse manos a la obra, luego de que las hice hervir por 10 minutos. Pero, nada, fíjese, porque mi ojo experto -antes de que el termómetro llegara al punto esperado- descubrió que ya se había evaporado la mayoría de humedad; y de la mezcla de agua y azúcar se había pasado a una miel dorada, mientras que las rodajas se habían vuelto transparentes. De inmediato apagué el fuego, pasé las naranjas a una rejilla y sin esperar mucho las espolvoreé con azúcar. Fui en esta última escena cuando se me ocurrió.

    Sucedió, fíjese, que tuve la bendita ocurrencia de colocarlas en el deshidratador y el resultado fue espectacular, en lugar de hornearlas para secado, o dejarlas a temperatura ambiente por unos días.

    Claro que ya antes había confitado naranjas, pero no dejo de estar experimentando para redescubrir métodos, reinventar técnicas. Y heme aquí, pues, con mi cubetilla rebosante de golosinas, que sí he convidado, confieso. E Incluso puse algunas rodajas en un lindo frasco para regalo. Y también me inspiraron a preparar una rosca de naranja cuya receta no pedía confite, pero que yo le añadí y ha sido un éxito total y rotundo, parafraseando al actor universitario Lázaro Fernando Rodríguez.

    Pero no todo es oro, tampoco plata y no tengo ánimos ni de quebrar la piñata: ya no volví a encontrar mis naranjas redonditas. Que aquéllas eran importadas, dijeron. Y pues ni modo. Mientras tanto, intercambie conmigo sus querencias de cocina. Escríbame:

    contacto@al100xsinaloa.com

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!