Elogio de
la amistad

ÉTHOS
15/02/2023 04:00

    Son muchos los autores, tanto sagrados como profanos, que han dedicado loas a la amistad. Por ejemplo, Aristóteles, en los libros VIII y IX de su Ética a Nicómaco, exhortó a gozar de la compañía de los amigos en los momentos de bienestar, pero no sobrecargarlos ni exigirles reciprocidad cuando apremia la adversidad (aunque es claro que el auténtico amigo va a querer compartir todos los agobios y dolores):

    “La presencia de los amigos en la buena fortuna lleva a pasar el tiempo agradablemente y a tener conciencia de que los amigos gozan en nuestro bien. Por eso debemos invitarlos a nuestras alegrías porque es noble hacer bien a otros, y rehuir invitarlos a participar en nuestros infortunios, pues los males se deben compartir lo menos posible”.

    Subrayó que los amigos son necesarios en todo momento, tanto en el gozo como en el sufrimiento: “Los amigos se necesitan en la prosperidad y en el infortunio, puesto que el desgraciado necesita bienhechores, y el afortunado personas a quienes hacer bien. Es absurdo hacer al hombre dichoso solitario, porque nadie querría poseer todas las cosas a condición de estar solo. Por tanto, el hombre feliz necesita amigos”.

    Aristóteles definió al amigo como otro yo, porque lo propio de la amistad es el conversar, compartir y cooperar. La amistad solamente se puede cimentar sobre la base de la verdad y reciprocidad.

    En la Biblia, el libro del Eclesiástico aconseja escoger bien a los amigos y no confiarse inmediatamente, pues hay supuestos amigos que traicionan y vuelven la espalda, aunque hayan compartido la mesa. Por eso, afirma: “El amigo fiel es seguro refugio, el que le encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor” (6,14-15).

    ¿Soy buen amigo?