Hemos escuchado que la filosofía estoica pregona la total indiferencia, pero cabe matizar de qué tipo se trata. Los grandes filósofos estoicos, como Marco Aurelio, Séneca y Epicteto, hablaron de indiferencia respecto a las situaciones externas que le suceden a la persona, como los golpes de la fortuna, el dolor, la riqueza o el triunfo. Recomendaban la imperturbabilidad y serenidad ante todo lo que aconteciera, porque tras lo negativo se obtendría un bien mayor.
Al reunirse el Papa León XIV con las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático de Turquía, en su reciente viaje a ese país, los alertó sobre otro tipo de indiferencia (no la estoica) que es mortalmente dañina, y a la que refirió su antecesor, el Papa Francisco, como la “globalización de la indiferencia”, la cual impide sentir el dolor ajeno, escuchar el grito de los pobres y mantener una actitud compasiva.
Subrayó: “Hoy más que nunca se necesitan personas que favorezcan el diálogo y lo practiquen con firme voluntad y paciente tenacidad. Tras la época de construcción de las grandes organizaciones internacionales, que siguió a las tragedias de las dos guerras mundiales, estamos atravesando una fase de fuertes conflictos a nivel global, en la que prevalecen las estrategias de poder económico y militar, alimentando lo que el Papa Francisco llamaba ‘la tercera guerra mundial a pedazos’”.
Remarcó: “¡No hay que ceder en modo alguno a esta deriva! Está en juego el futuro de la humanidad. Porque las energías y los recursos absorbidos por esta dinámica destructiva se sustraen a los verdaderos retos que la familia humana debería afrontar unida, es decir, la paz, la lucha contra el hambre y la miseria, la salud, la educación y la salvaguarda de la creación”.
¿Cedo a la indiferencia global?