Memoria líquida

01/12/2025 04:01
    La memoria, el sueño y la luz están vinculados por el ritmo circadiano, un ciclo que se repite cada noche y que nos permite descansar y consolidar recuerdos de corto y largo plazo. La falta de sueño altera esta organización de la memoria inmediata (lo vivido durante el día) y la memoria duradera, que integra nuestras experiencias actuales con las previas.

    Cada día parece que el tiempo pasa más rápido, como si semanas, meses y años aceleraran su marcha. Sin embargo, el tiempo no cambia; lo que cambia es nuestra percepción. Esta variación puede explicarse por los recuerdos que marcan la pauta: una mayor variedad de experiencias alarga nuestra sensación del tiempo, mientras que una vida con pocas experiencias la acorta.

    Por ello, nuestra memoria determina la aparente velocidad del tiempo, o más bien la carencia de recuerdos que se fijan con claridad. Veamos uno de los factores principales que influyen en esta memoria y cómo podría limitar nuestra capacidad para conservar experiencias.

    La memoria, el sueño y la luz están vinculados por el ritmo circadiano, un ciclo que se repite cada noche y que nos permite descansar y consolidar recuerdos de corto y largo plazo. La falta de sueño altera esta organización de la memoria inmediata (lo vivido durante el día) y la memoria duradera, que integra nuestras experiencias actuales con las previas.

    En esta entrega queremos discutir cómo los hábitos de sueño influyen en la memoria, con efectos que no solo afectan el presente, sino que modifican la forma en que recordamos nuestro pasado e incluso pueden influir en nuestro futuro.

    Los teléfonos con pantallas brillantes y las lámparas LED de luz fría en nuestras habitaciones afectan la calidad del sueño. No sabemos aún en qué medida, pero su impacto negativo es evidente.

    Las tecnologías de iluminación moderna han extendido artificialmente el día. Desde la aparición de las lámparas LED de luz blanca, en 1996, hemos podido iluminar eficientemente nuestros espacios día y noche. Hoy sabemos que este avance tiene un costo mayor del que imaginábamos.

    Estudios recientes han documentado la relación entre la luz artificial (especialmente la luz azul de longitud de onda corta) y el sueño, así como sus efectos en la salud en general, no solo en la visión.

    La visión y el sueño están conectados en el cerebro, diseñado para estar activo durante el día, así como descansar y eliminar residuos durante la noche. Sin embargo, la vida moderna ha extendido artificialmente nuestra jornada, con consecuencias que apenas empezamos a comprender.

    En la Universidad Autónoma de Sinaloa, un grupo de investigadores de Física y Medicina estudiamos cómo la luz afecta el sueño, la salud y, particularmente, la memoria.

    Sabemos que la consolidación de la memoria ocurre mientras dormimos, a través de la llamada arquitectura del sueño. Esta está compuesta por ciclos repetidos durante la noche, que incluyen fases REM (movimientos oculares rápidos) y No-REM (sueño ligero, intermedio y profundo). Cada ciclo dura entre 90 y 110 minutos, y en una noche completamos entre cinco y seis.

    Respecto a la memoria, cada ciclo organiza la información del día y la integra con experiencias previas. En el sueño REM, lo aprendido se ubica en regiones de fácil acceso; en el sueño profundo No-REM, esta información se relaciona con vivencias pasadas, fortaleciendo nuestra experiencia.

    Cuando estos ciclos no se completan o se interrumpen, se afecta la memoria de corto y largo plazo. Esto impide organizar adecuadamente la información diaria y consolidar aprendizajes duraderos, con efectos que pueden repercutir no solo en el desarrollo intelectual, sino también en el ámbito social.

    En la vida moderna, la memoria puede volverse efímera, como agua que se escurre, una memoria líquida. La ausencia de los procesos neurofisiológicos que deberían ocurrir durante el sueño afecta tanto el presente como la forma en que reconstruimos nuestro pasado, con implicaciones que aún desconocemos.

    La literatura científica muestra que los recuerdos son maleables y se modifican cada vez que los evocamos. Son redes neuronales sujetas a cambios físico-químicos, no grabados permanentes.

    Si nuestro pasado depende de cómo lo recordamos hoy, ¿quiénes somos entonces? ¿El presente que se desvanece, o el pasado que se reescribe indefinidamente?

    Esta memoria líquida influye en nuestra percepción, nuestra conciencia y nuestra comprensión de la realidad, así como en nuestras interacciones sociales. Tal vez esta sensación de caos y volatilidad se relacione con nuestra tendencia a extender el día a costa del sueño, de la salud física y de la cognitiva. Esta es una hipótesis que buscamos examinar con mayor rigor en los estudios que desarrollamos en la UAS.

    En conclusión, aún nos falta comprender plenamente cómo el sueño y la memoria se influyen mutuamente. En la UAS seguimos trabajando en ello para beneficio individual y colectivo. La vida moderna ha extendido artificialmente nuestras jornadas, y el uso prolongado de iluminación artificial tiene efectos que apenas empezamos a reconocer. La luz que usamos dentro de nuestros hogares se vuelve un factor cada vez más relevante.