Uno no es más que su propia historia; o, como decía mi madre, nadie experimenta en cabeza ajena. Ni siquiera intento poner en palabras todo lo que sentí durante la presentación del estudio Policía Desprotegida (México Evalúa). Fue uno de esos momentos en que la vida parece resumirse, en este caso cuestionándolo todo.
Tres décadas y media -al menos para mí- impulsando algo que parece simplemente imposible. La vida son trayectorias, repito una y otra vez. La mía se vio confrontada con las noticias de esta investigación, que desnuda, una vez más, la política de Estado que se empeña en destruir cualquier posibilidad de profesionalizar a la policía.
Días después grabé un podcast con Armando Vargas, coordinador del Programa de Seguridad de México Evalúa, y le pedí que nos explicara por qué esto debería importarnos. Jamás habrá seguridad ni paz si la Policía vive en la precariedad, me dijo de golpe.
Y después me remató con un dato brutal: unos 4 mil policías municipales no cobran salario.
Esto no ocurre solo en lugares como Michoacán, también sucede en el Estado de México.
¿Quién quiere una policía municipal donde el 90 por ciento de sus integrantes vive en pobreza patrimonial?
¿Quién la quiere cuando 7 de cada 10 agentes reciben menos del salario mínimo recomendado por el Sistema Nacional de Seguridad Pública?
¿Quién la quiere cuando el 80 por ciento carece de acceso a una vivienda digna o a servicios de salud?
¿Quién la quiere cuando más del 90 por ciento no cuenta con servicio de guardería o el 85 por ciento no tiene apoyo educativo para sus hijxs?
El Estado.
A veces, no hay nada más que agregar.
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@ErnestoLPV
Animal Político @Pajaropolitico