"JUEVES NEGRO: El día que el narco fracturó a Culiacán"

"Un año después del operativo fallido de las fuerzas militares y federales, con que pretendían detener a Ovidio, uno de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, los culiacanenses recuerdan la jornada de terror como el día que el miedo escaló a niveles nunca vistos y todo cambió"
17/10/2020

José Abraham Sanz / Belem Angulo

CULIACÁN._ Un listado disperso de pendientes se revuelven en mi cabeza: el trabajo, una cena y el inmediato fin de semana ya cercano a ese 17 de octubre de 2019.

El trayecto normal del transporte urbano en que viajo no presenta irregularidades, hasta que un hombre de avanzada edad vocifera la alerta de un conflicto armado, entre elementos policíales y grupos delictivos, justo en el primer cuadro de la ciudad de Culiacán, a donde yo me dirijo.

¡Drin!, me gritonea la notificación de un mensaje a mi celular: "¿Alguien sabe qué está pasando en el puente de la Obregón? Hay un camión bloqueando la circulación".

Son pasadas las 3:00 de la tarde y el urbano sale del sector Humaya con rumbo al río Culiacán.

¡Drin! Vuelve a sonar el teléfono. "¿Dónde estás? Hay una balacera en el Centro, sector Tierra Blanca, no te vengas", dice el otro mensaje.

Pero yo ya voy, no sé a qué me enfrento. Siento una fría incertidumbre que nace en mi estómago y se extiende por todo mi cuerpo, me afecta tanto que las manos me tiemblan sin control.

¡Drin!, suena, pero ahora en coro. Los pasajeros ven en las pantallas de sus teléfonos un fragmento del ataque en el que una ciudad entera es víctima, el sonido de las balas en los videos difundidos se mete como un taladro a la mente de todos.

El simultáneo actuar de los pasajeros del urbano es casi inmediato, coreográfico, piden al chofer detener el camión urbano porque todos quieren regresar a sus casas.

Yo decido quedarme en el urbano.

 

La ciudad de Culiacán es el escenario de una serie de enfrentamientos y manifestaciones violentas de grupos armados desde las 3:00 de la tarde de este jueves, con la captura de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, señalado líder del Cártel de Sinaloa, una organización criminal dedicada al narcotráfico y conocida por su ferocidad.

Llego al Centro, los comercios están cerrados o están por cerrar, las personas corren para alcanzar a los que serían los últimos camiones de ese día, aunque no son ni las 4:00 de la tarde.

Los grupos armados han tomado la Avenida Álvaro Obregón, la principal arteria de la ciudad, arrancándole la paz a los ciudadanos. Tres camiones urbanos han sido usados de muro para esto, perjudicando a los automovilistas que han tenido que abandonar sus autos para resguardarse de las balas.

Los proyectiles se escuchan todavía, sin origen claro; es peor porque no conocemos su destino. Y no sabemos si pertenen a autoridades o a delincuentes.

Capturan a Ovidio Guzmán, arde Culiacán... y lo sueltan

Para calmar los ataques y recuperar a 11 militares secuestrados por el Cártel, el Gobierno federal liberó a Guzmán López alrededor de las 7:00 de la noche; sin embargo, la calma no ha podido regresar a una sociedad atrincherada.

A un año, el recuento es que las víctimas fueron esas personas que no pudieron regresar a sus casas y tuvieron que dormir hasta en los supermercados, o en casas de desconocidos, lejos de sus familias; las víctimas fueron aquellos a quienes les tocó vivir de frente el frenesí de violencia y terror que derrocharon los grupos armados, e incluso hasta a quienes permanecieron en sus casas, a la espera de no ser parte del daño colateral de la cruenta jornada.

Las víctimas, de aquel 17 de octubre de 2019 en Culiacán, fuimos todos, fuimos todas.

Muchos corrían para no ser alcanzados por las balas.

 

Una Tacoma gris me sacó del camino, cuando regresaba a casa con mi hija 

Paloma, de 10 años, está recostada en el asiento trasero del Ford Fiesta de su papá; va en posición fetal después de una jornada de colegio. Juega con las manos, despreocupada, mientras su padre conduce por el bulevar Niños Héroes rumbo a Las Quintas, al oriente de Culiacán.

Ambos tienen hambre, hace calor y el sol les cala si no se protegen en la sombra.

Son poco después de las 3:00 de la tarde del 17 de octubre de 2019, en Culiacán, Sinaloa.

La actitud despreocupada de Palomita, como le dicen de cariño, fue cortada porque los sorprendió un golpe seco por alcance. Crack. Ella tiene que manotear y detenerse entre los respaldos de los asientos para evitar caer al suelo del automóvil por la sacudida, mientras su papá Humberto pilotea y con habilidad retoma el control del volante.

Busca por el retrovisor, pero no halla. Crack, otro embate. Crack, truena, y su cabeza se mueve hacia atrás como la de un muñeco de trapo, sacudido; después la sensación de ser empujado unos metros, esa sensación de ser llevado a donde no quieres.

“Era una camioneta Tacoma gris, de modelo nuevón”, recuerda Humberto, un asesor legal y financiero de 39 años de edad.

“Llegó por atrás y me chocó... me sacó de la calle. Yo venía a una velocidad considerable, pero la camioneta venía mucho más rápido y me venía empujando”.

Ni Humberto ni la mayoría de los culiacanenses sabían, hasta esos momentos, que un comando combinado de efectivos del Ejército mexicano, la Guardia Nacional y la desaparecida Policía Federal, había confirmado, localizado y rodeado un domicilio en el sector Tres Ríos de Culiacán en donde se encontraba Ovidio, uno de los hijos del líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera.

El operativo, que inició desde las 14:30 horas, provocó una violenta reacción del crimen organizado y salieron a las calles cientos de civiles, en su mayoría jóvenes, vestidos con fornituras, chalecos blindados y armados con rifles de asalto AK-47 y Barrett en vehículos acondicionados con blindajes domésticos.

Ovidio, como si estuviera dentro de un panal de abejas recién golpeado por los enfrentamientos entre civiles armados y el Ejército, decidió entregarse a las 15:15 horas.

El gobierno, según admitió después la Secretaría de la Defensa Nacional, estaba preparado para una reacción, pero no para una que pudiera hundir a la ciudad en caos, fuego, ceniza, violencia y muerte.

Por ello fue que el Ejército implementó como operativo de apoyo cuatro puntos de contención alrededor del lugar donde se encontraba el objetivo, tres de ellos ubicados por el bulevar Enrique Sánchez Alonso.

En cuestión de unos minutos, grupos de civiles armados comenzaron a circular por diferentes sectores, provocando con disparos en el cuartel de la Novena Zona Militar, y bloqueando y amedrentando a automovilistas en puntos cercanos al área.

Los de la Tacoma gris que golpearon el Ford Fiesta de Humberto eran parte del operativo del crimen organizado para liberar a Ovidio.

“Pensé que era una situación normal, estos que me chocaron”, recuerda Humberto, “voy a alcanzarlos ahí adelante, pero iban en otro plan más violento. Ya vi que era otra situación con ellos, pensé que eran unos rateros, hasta que ya, cuando subí al puente, los vi parados”.

“En ese puente (el Benito Juárez) más tarde quemaron un carro y hubo balacera ahí”.

El operativo del Ejército se instaló a la altura de la Fiscalía General del Estado, en el crucero con Josefa Ortiz de Domínguez y el crucero con Universitarios. Los primeros enfrentamientos se registraron en esa zona.

 

íbamos a comer con unas amigas y nos alertaron de la balacera; el tráfico se vino en sentido contrario

Martha Alicia, de 36 años, viaja con Laura, una compañera del trabajo, rumbo a un restaurante de comida china ubicado en esa zona de Tres Ríos. Ahí quedaron de verse con otro par de amigas, Eli y Aída, quienes ya se habían adelantado para apartar lugar para el festejo de cumpleaños de ambas, como normalmente lo hacen en su oficina en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

“Cuando nosotros ya íbamos, Laura me preguntó que si por dónde nos íbamos, le dije que por (el bulevar) Universitarios... todo iba muy bien, hasta ahí, cuando llegamos al momento de cruzar la Avenida (Álvaro) Obregón, para llegar al Soriana Universitarios, me suena el teléfono y era una de mis compañeras, desesperada, llorando: Marthita, no se vengan, no se venga para acá, sáquenle la vuelta a donde vienen, porque hay una balacera muy fuerte, nos tienen en la cocina, todos, todos estamos en la cocina”, recuerda.

“Ahí en ese puente fue cuando empezó una parte de la balacera en esta zona. Más tarde quemaron un carro, y taparon el puente (Josefa Ortiz)”.

Unos 15 minutos después de las 3:00 de la tarde, la Sedena registra los primeros reportes sobre las agresiones a personal militar de parte de los civiles armados en los puntos del operativo.

Ovidio y otras personas habían sido detenidas y retenidas en su domicilio en el sector Tres Ríos.

 

La nueva embestida del operativo del crimen organizado ya tocó a los ciudadanos

Los civiles armados, que entraron desde el norte de la ciudad, comenzaron a bloquear puntos alrededor de los operativos de contención militar: en el crucero del bulevar Enrique Cabrera y Josefa Ortiz, en el Rotarismo con Enrique Cabrera frente al estadio de Dorados, en la entrada de los puentes Benito Juárez y Miguel Hidalgo con el malecón Niños Héroes, y en el entronque del bulevar Labastida Ochoa con Enrique Sánchez Alonso.

Con los bloqueos, las amenazas y los disparos al aire de los grupos armados para aterrorizar a la población, comenzaron a difundirse en redes sociales videos e imágenes. El terror se había desatado.

Al tiempo que esto pasaba en el corazón de Culiacán, otros grupos de civiles armados rodearon las bases militares de operaciones en los municipios de Cosalá y El Fuerte, además de la sindicatura de Costa Rica en Culiacán, y el cuartel general de la Novena Zona Militar.

 El operativo fallido puso en jaque a los gobiernos de todos los niveles.

 

Dos jóvenes mujeres buscaban resguardo de las balas y las alojé en mi casa

Ese día fue atípico en Culiacán, porque un día antes el Gobierno del Estado, con el pretexto de las lluvias, llamó a la suspensión de clases en escuelas públicas para todos los niveles.

Humberto y Paloma corrieron con mala suerte cuando volvían a casa del colegio privado, que no suspendió sus clases.

“Cuando escuché balazos, pero no ahí en esa zona, se empezaron a escuchar a lo lejos de donde yo estaba; la verdad sí me dio miedo, porque después sí se escuchaban cerca los balazos y se escuchaban muchos balazos”, dice Humberto.

Recuerda que en la zona donde habita, en la Colonia Las Quintas, es común escuchar disparos, pero no de la manera en que ocurrió en esa ocasión.

Faltaban unos 100 metros para llegar a su casa cuando escuchó que los disparos estaban más cerca.

“Para nosotros fue tanto el asunto ese (la balacera) que cuando llegamos a la casa había unas muchachas que estaban por la calle caminando y las muchachas, cuando escucharon los balazos -eran dos muchachas de una empresa, traían uniforme y todo-, ellas se acercaron a donde estábamos nosotros y nos bajamos mi hija y yo del carro y ahora sí, como instintivamente, se vinieron caminando atrás de nosotros, apresuramos el paso para subirnos y ellas atrás de nosotros, les dije: '¿Saben qué? ¡Métanse!'.

"Nos encerramos, candado y todo, y la balacera ya se oía toda generalizada en esta parte, ya no era que se escuchaba poquito”.

Las chicas se quedaron en la casa hasta que oscureció y sus padres fueron por ellas. Paloma, según recuerda Humberto, estuvo al pendiente de las visitantes.

 

- ¿Sentiste temor en ese momento?

- Fíjate que sí te da miedo, porque pues como no tienes información de qué está pasando. A los 10 minutos, porque fue casi inmediato, ya empezaron a mandar cosas por el WhatsApp.

 

Otro detalle atípico de ese 17 de octubre es que la mayor parte de los funcionarios del Gobierno del Estado se encontraban en Mazatlán, entre ellos el titular de la Secretaría de Seguridad Pública estatal, el Teniente Coronel Cristóbal Castañeda Camarillo.

Ni la SSP estatal ni la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal de Culiacán informaron sobre los eventos, ni los primeros minutos ni en las horas siguientes. Solo había operativos preventivos y viales, en zonas en las que ayudaban evitando el paso vehicular o redirigiendo a personas para resguardarse, el ejemplo más visible fue por la Avenida Obregón, a la altura del Puente Hidalgo.

“Sácale la vuelta por la Obregón”, fue lo primero que le dijo Martha a Laura, porque no sabían lo que ocurría y las dos aún mantenían la esperanza de llegar a comer y festejar a Eli y Aída.

“Se escucha muy mal, pero 'típico, ha de ser una balacera, pero ahorita se calma', es lo que uno piensa, desgraciadamente nosotros los sinaloenses, los culichis, como lo quieran ver, estamos acostumbrados a ese tipo de cosas... que no deberíamos, pero desgraciadamente sí lo es. ¿Qué pasa? Pues nos vamos por ahí, antes de que avanzara empezamos a ver cómo venían los carros en sentido contrario de donde está Soriana Universitarios hacia acá (el oriente), y venía gente corriendo, porque ya se escuchó más fuerte la balacera”.

El domicilio en donde fue retenido Ovidio y una parte de su familia se encuentra muy cerca del lugar en que se encontraban Martha y Laura.

Lograron salir y se dirigieron al sur por la Avenida Obregón, pero Laura, quien conducía, tuvo que meterse entre las calles, porque un grupo armado bloqueó el puente y era imposible seguir avanzando.

Las balaceras originaron una jornada de terror nunca antes vista en la capital sinaloense. 

 

Vimos que la gente corría, que se habían metido hombres armados a la plaza comercial

A menos de un kilómetro de ese lugar, en la plaza comercial Forum, Óliver, de 16 años, comía junto a su amiga Lorena.

Ambos se vieron atrapados a escasos 600 metros del que fuera el epicentro de un histórico enfrentamiento que se extendería por más de cuatro horas.

En el área de comida de la plaza, la cotidianeidad se vio interrumpida por las notificaciones en los teléfonos celulares que alertaban sobre personas armadas alrededor, que presuntamente intentaban ingresar por la fuerza.

Estas sentencias fueron respaldadas por el repetitivo estruendo del accionar de las armas que se escuchaba a lo lejos.

“Quería ir a comprar ropa, estábamos comiendo, comenzamos a escuchar que la gente corría y que alguien se había metido”, dice.

 

- ¿Quién se había metido?

- Unos hombres armados, con chalecos blindados y rifles de asalto.

 

- ¿Los viste?

- Yo no los ví. Solo vi que la gente empezó a correr.

 

Por ello, la plaza se convirtió en refugio para las personas que decidieron quedarse. Ambos buscaron resguardarse en los establecimientos del interior.

 

Corrimos a meternos a una casa, mientras gritábamos que ahí venían los criminales 

Martha y Laura avanzaron hasta que les fue imposible.

“Llegó y se estacionó afuera de una casa, 'aquí vive una hermana mía', dijo, fue cuando en una de esas, nos bajamos, pero escuchamos más cerca los disparos. Veníamos a una, a dos casas, porque atrás de nosotros se escuchaban los balazos, y venía gente... te puedo decir que (estábamos) gritándole a la familia de ella, ella y yo, tiradas en el piso, que ahí vienen... y la verdad no se lo deseo a nadie”, narra Martha.

 

- ¿En qué estabas pensando en ese momento?

- En mi hija, porque, no sé si fue coincidencia, que ese día suspendieron clases. Ella tiene 16 años y está en la preparatoria. Mi reacción, después de entrar (a la casa), le hablé a su papá, ¿dónde se había ido ella? "No se muevan de donde están, porque hay balacera". Ahí dormí, en esa casa ajena, porque fue cuando empezamos a ver en la redes sociales todo el desastre que había, que balacera aquí, que andaba un carro con gente armada en el Centro, que andaba en Santa Fe, en Cedros.

 

No había pasado una hora desde que inició el operativo, y la ciudad de Culiacán ya comenzaba a notarse desierta. Se detuvo el sistema de transporte urbano, los taxis y los servicios privados por aplicación también dejaron de ofrecer su servicio.

Óliver y Lorena, que aguardaron un par de horas en la parte trasera de aquella tienda de ropa, coincidieron en que había dejado de ser un buen escondite para ellos.

Por petición de sus padres, que establecieron comunicación telefónica con el joven, buscaron un espacio con muros firmes, de tal manera que no pudieran ser atravesados por las balas que no cesaban en el exterior.

“Estaba preocupado por lo que le pudiera pasar a mis familiares. Mi papá quería ir por mí”, recuerda.

“En esa zona yo estaba en medio, no podía moverme”.

Las fuerzas armadas no esperaban la respuesta tan violenta del crimen organizado.

 

Los puentes que conectan la plaza con el Centro de Culiacán se encontraban obstruidos, los grupos delictivos impedían el tránsito de civiles.

Por eso, Óliver y Lorena se trasladaron a las salas del cine que hay en esa plaza comercial del sector Tres Ríos, creando una estrategia para no ser localizados al interior de las mismas: permanecieron en el suelo, detrás de los asientos.

“Si por cualquier motivo se metían, que se fueran, que pensaran "aquí no hay nadie”, recuerda haber pensado. “Solo estaba pensando en que quería salir de ahí”.

En una vista panorámica ya eran visibles columnas de humo, iguales a las imágenes que cualquiera ha visto por la televisión o en los periódicos de las zonas de conflicto bélico internacional.

 

El Ejército fue amenazado y amedrentado por decenas de hombres armados 

La Sedena rindió unos días después un informe que reveló cómo los elementos del Ejército y sus familias también sufrieron agresiones y amenazas en esa jornada.

Unos 150 civiles armados tomaron la caseta de Costa Rica, al sur de Culiacán, y mantuvieron amagados a 30 soldados que acudían a apoyar a la tropa en la ciudad.

La unidad habitacional para militares, que se ubica en la Colonia 21 de Marzo, a poca distancia del cuartel de la Novena Zona Militar, fue rodeada y amenazada por 20 civiles armados, pero también defendida por otros 20 militares.

A la sindicatura de Jesús María, al noreste de Culiacán, llegaron 15 civiles armados y retuvieron a dos elementos del Ejército que descansaban ese jueves. Mientras que al cuartel general llegaron 20 civiles armados en cinco vehículos para efectuar disparos de armas de fuego y en el lugar había 50 efectivos, uno de los cuales resultó herido.

Los ataques fueron reportados después de las 17:00 horas, luego de que la embestida de los civiles armados contra los militares efectivos y policías estatales no habían sido suficientes para lograr la liberación de Ovidio Guzmán.

Hubo quema de camiones para evitar el avance de las fuerzas de seguridad. 

 

Hubo psicosis en la oficina, los reos fugados despojaron tres carros a los trabajadores 

Comenzaron, entonces, los robos de vehículos a los ciudadanos y la fuga de 51 reos del penal de Aguaruto.

“Eran alrededor de las 3:00 de la tarde cuando empezaron a llegar las fotos y los videos por el WhatsApp”, recuerda Jorge, de 40 años de edad, quien labora como jefe de suministros de una planta de alimentos que se ubica en las afueras de Culiacán. “Lo tomamos como cualquier balacera que ya es normal en Culiacán, pero conforme pasaban las horas llegan más y más y más videos y fotos”.

“Entonces ya como a eso de las 4:00 de la tarde, de 4:00 a 5:00 de la tarde, ya fue un tema de noticia a nivel nacional, todavía no sabíamos la magnitud los que estábamos en la oficina; después de que ver todo esto, de que se confirmó de que la balacera estaba en todos los puntos prácticamente de la ciudad, salían versiones de diferentes tipos de las causas. No sabíamos qué sucedía”.

A Jorge, junto con decenas de trabajadores de la planta, ubicada a unos kilómetros del centro penitenciario de Aguaruto, le tomó por sorpresa la tarde y algunos de los reos recién fugados.

“Empezó a salir la gente de nuestro trabajo a sus casas, cada quien, anteriormente a eso, ya habíamos hablado con los familiares, para ver si estaban bien y todo ese tema, pero el asunto con nosotros es que trabajamos muy cerca de la penitenciaría, cuando los empleados que empezaron a salir, a dos o tres de ellos, al momento de salir del estacionamiento, pues varias personas armadas les quitaron sus carros”, señala.

“Ahí sí fue una psicosis ya generalizada en toda la oficina. Nos resguardamos, cada quien en su oficina o en las partes donde pudieran resguardarse, se cerraron los portones, se monitoreó que no salieran y así transcurrió la tarde y la noche. Alrededor de un 70 o un 80 por ciento de los empleados nos tuvimos que quedar a dormir en la oficina, en el suelo y preguntando cómo iba la cosa con cualquiera de nuestras familias”.

La mayoría se fue al día siguiente, igual que Jorge, quien se mantuvo en contacto con su esposa que entonces estaba embarazada.

 

Mientras en Culiacán había balacera, AMLO solo respondió: Vamos a esperar, vamos a esperar 

Según videos publicados en redes sociales, unos minutos después de las 17:00 horas, tiempo de Sinaloa, de aquel 17 de octubre, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, atravesaba la terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para viajar a Oaxaca, cuando fue abordado por un par de reporteros de cadenas nacionales y le preguntaron sobre la situación que ocurría en Culiacán.

“Vamos a esperar, vamos a esperar, vamos a informar más tarde, va a ser el Gabinete de Seguridad, están reunidos y ellos van a dar el informe”, dijo con voz tranquila.

Y en esos momentos, la pesadilla se alargaba para los culiacanenses.

Eran como las 7:00 de la noche cuando las chicas que Humberto albergó en su casa pudieron ponerse de acuerdo con sus familiares para pactar su regreso a casa.

“Todo por WhatsApp, sus familias les dijeron: 'hey, pues si están ahí seguras, ni se muevan'”, recuerda, “ya en la tarde noche, como entre 7:00 y 8:00, ya les dijeron que iban a venir por ellas. Venían de la Colonia Buenos Aires (al sur de Culiacán), venía el papá y la mamá... pero resulta que venían, 'ah, muy bien, muchas gracia', ahí van para afuera, cuando iban saliendo empezaron otra vez los balazos. Un vecino de enfrente les dijo que se regresaran, porque otra vez los balazos seguían ahí donde mismo, y habían quemado un carro ahi.

“Se quedaron como una hora, se fueron como hasta las 9:00”.

Según cifras de la Fiscalía General del Estado de Sinaloa, fueron 46 denuncias por despojo de vehículos presentadas por ciudadanos durante el ataque y bloqueo de los civiles armados en el sector Tres Ríos y en la zona del penal de Aguaruto.

Además de los bloqueos cercanos al círculo de contención que colocó el Ejército para apoyar al comando especial que entró por Ovidio, se registraron otros más en Universitarios y la Avenida Álvaro Obregón, donde incendiaron una de las tres patrullas de la Policía Estatal y otro bloqueo más en el Puente Juárez, cerca de la casa de Humberto.

Martha recuerda que haberse percatado que anochecía, mientras se mantenían pegadas al televisor para informarse en las noticieros.

“Nos quedamos viendo las noticias, para ver qué era lo que estaba pasando, que dijeran bien, fue cuando vimos que se trataba de este muchacho Ovidio, no sabía yo de él”, admite.

Un video también difundido en redes sociales mostraría unas horas después cómo el comando especial de militares y policías detuvo a Ovidio y este utilizaba un teléfono celular para que los civiles armados suspendieran los embates de violencia en la ciudad.

El camino a La Guásima, una entrada a la zona rural al noroeste del municipio, se reunieron decenas de vehículos y civiles armados a la espera.

Esa reunión, la más numerosa que se detectó en la ciudad, comenzó a disiparse cuando a las 19:17 horas, el Gabinete de Seguridad Pública del Gobierno federal ordenó el fin de la operación y la liberación de Ovidio, para tranquilizar la zona y los militares se retiraron del lugar a las 19:49 horas.

En esos momentos, los familiares de Óliver pasaron a recogerlo a la plaza, sin embargo el joven tuvo que caminar un tramo debido a que las movilizaciones continuaban por la ciudad.

“Tuve que atravesar el Puente Blanco a pie”, dice como referencia a la estructura peatonal que conecta a la plaza comercial con el Malecón Niños Héroes y la calle José María Morelos.

Al llegar a su casa, que se encuentra en una privada al noreste de la ciudad, junto a esa salida a la zona rural de La Guásima, los grupos armados impidieron el paso del vehículo en que viajaba con su familia, por lo que el trayecto final a un lugar seguro tuvo que ser también a pie.

“Enfrente de la privada tenían bloqueado, se andaban encontrando ahí”, explicó.

“Mi padrastro les preguntó que si podía pasar con la camioneta, le dijeron que no. Entramos a pie”.

Al día siguiente, la imagen de un Culiacán desolado y en cenizas se difundió por el mundo: autos y camiones del transporte público aún humeantes, casquillos de bala por el suelo, y manchas de sangre en el pavimento de los ocho muertos y heridos.

“Pensé, ¿y si yo hubiera ido en ese camión quemado?”, reflexiona Óliver.

“Sentí miedo por cosas que no pasaron. La preocupación siempre va a estar, pero no podemos vivir con miedo”.

También hay evidencia en video de que los civiles armados recorrieron en caravana la ciudad en llamas, humareda y cenizas, antes de retirarse.

Por eso cuando Martha intentó regresar a casa, tuvo que regresar a donde le dieron posada.

“Se vino la segunda balacera”, revela.

“(Había carros) abandonados, carros quemados, una ciudad sola que jamás en mi vida lo había visto, que veías a un carro por allá... me sentía en una ciudad como tipo película de los zombis, que no me gustan por cierto, pero jamás en mis 36 años de vida había visto así la ciudad y es muy feo”.

La psicosis de los culiacanenses derivada del Jueves Negro ha dejado secuelas a un año. 

 

Después del Jueves Negro, yo digo que Culiacán sí quedó fracturado, amiedado

Humberto asegura que sí cree que haya cambiado algo después del 17 de octubre de 2019, que los culiacanenses subieron a tal escala de terror que es difícil de ignorar y comparar con otras.

“Yo creo que sí cambió algo, que por ejemplo sí hay más temor, de toda la gente, porque ahí se vio que si realmente, por ejemplo, si se ponen a pelearse los narcos contra los policías y contra el Ejército, pues sí pueden ocasionar mucho daño a la población civil, sí es mucho lo que se puede hacer, porque imagínate que todos esos, ahora sí ya lo pensamos, que todas esas personas que estaban tirando balazos, que le tiraran a la gente”, reflexiona.

“Realmente no era la intención de matar a la gente, sino más bien a dar un mensaje”.

 

- ¿Consideras que Culiacán es una ciudad violenta?

- Son situaciones, pues, no es algo como... por ejemplo, sí queda todavía el temor, pero es el temor que ha habido siempre, ahora la cuestión es que ahora, con esa cuestión nueva, de que si escuchas balazos, o si son muchos balazos, a recordar (el jueves negro) y esperar a ver qué es lo que te informan... Sí es una ciudad violenta, pero no es una ciudad en la que no se pueda andar. Sí es violenta, pero no en todos lados.

 

Por su parte, Martha considera que esta situación sí puede volverse a presentar, como ocurriría unas semana después, a principios de diciembre, con la amenaza de enfrentamiento entre grupos armados en la zona de Tepuche, que con el tiempo terminó de ser amenaza y se concretó con un ataque violento con 16 muertos, desplazamiento de pobladores y una tensión permanente en la zona.

“Yo digo que Culiacán sí quedó fracturado, amiedado, si se puede decir, porque si dicen va a haber balacera, sí se pone el pánico fuerte”, señaló.

“Pienso yo que ya todos estamos con el miedo de que, de verdad, vuelva otra balacera y que les pase a nuestros hijos, que mandamos a nuestros hijos a formarse, a que vivan bien su vida, y que les llegue a tocar... eso es lo que, por lo menos, yo pienso que Culiacán tiene miedo; es lo que siento yo, ya cambió desde ese día”.

 

CRONOLOGÍA DEL ATAQUE

14:00 horas. Se confirma la presencia de Ovidio Guzmán y el escalón de la Seguridad Externa del cuartel de la Novena Zona Militar.

14:30 horas. Inicia el operativo; las fuerzas especiales rodearon el inmueble donde estaba "el objetivo" acompañado de su familia.

A la par del operativo de fuerzas especiales, elementos del Ejército desplegaron un operativo de contención, un círculo de seguridad en cuatro puntos alrededor de la zona en donde se encontraba el objetivo.

Tres de estos estaban sobre el bulevar Enrique Sánchez Alonso y resguardados por 77 elementos de las fuerzas armadas, los que fueron atacados por 110 personas armadas.

El saldo de estos ataques fueron 14 elementos heridos, uno perdió una pierna y un militar muerto.

15:15 horas. Comienzan los reportes sobre las primeras agresiones a personal militar por parte de grupos de civiles armados, en las calles de Culiacán.

15:20 horas. Comienzan a difundirse en redes sociales videos e imágenes sobre presencia de grupos de civiles armados que accionan sus armas de fuego, para generar terror entre la ciudadanía.

15:30 horas. Civiles armados, a bordo de vehículos, rodearon las bases militares de operaciones en los municipios de Cosalá y El Fuerte, además de la sindicatura de Costa Rica.

En la caseta de la sindicatura de Costa Rica también fueron amagados 30 soldados por un grupo de 150 civiles armados.

Un total de 20 militares se trasladaron a apoyar de la unidad habitacional militar en Culiacán, pero fueron agredidas por otros 20 civiles armados.

En la sindicatura de Jesús María, fueron retenidos dos elementos del Ejército que descansaban durante el ataque; los agresores eran 15 civiles armados que viajaban en tres vehículos.

17:04 horas. Comienzan a reportarse agresiones en las instalaciones y fuerzas militares en distintos puntos de la ciudad, despojos, quema de vehículos civiles y la fuga de 51 reos del penal de Aguaruto.

 

La autoridad reportó la recaptura

La agresión a la Novena Zona Militar, de forma simultánea con los bloqueos, fue perpetuada por 20 civiles en cinco vehículos. En el cuartel se encontraban solo 50 efectivos de la Sedena, uno de los cuales resultó herido.

El mismo Jueves Negro fueron recapturados cuatro de los reos fugados, otro más fue detenido a finales de 2019 en Mazatlán y el último fue sorprendido mientras robaba una escuela primaria hace unos días en Culiacán.

19:00 horas. Por decisión del Gabinete de Seguridad Federal, se ordenó el fin de la operación para tranquilizar la zona y la liberación de Ovidio Guzmán.

 

EL SALDO

Según cifras de la Fiscalía General del Estado de Sinaloa, fueron 46 denuncias por despojo de vehículos presentadas por ciudadanos durante el ataque y bloqueo de los civiles armados en el sector Tres Ríos y en la zona del penal de Aguaruto.

Al día siguiente, el 18 de octubre de 2019, la autoridad reportó que nueve de los vehículos despojados fueron incendiados y utilizados en los bloqueos, incluyendo tres patrullas de la Policía Estatal y del Ejército.

 

315

CIVILES ARMADOS PERPETRARON LA AGRESIÓN, SEGÚN LA SEDENA

 

46

DENUNCIAS POR DESPOJO DE VEHÍCULOS FUERON INTERPUESTAS EN LA FGE

 

9

VEHÍCULOS FUERON INCENDIADOS DURANTE LOS BLOQUEOS

 

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