Robo de vehículos en Sinaloa: el negocio de las facciones que el gobierno no puede parar
@AdrianLopezMX
Esta semana, en un predio del municipio de Eldorado, las autoridades localizaron poco más de cuatro decenas de autos robados, la mayor parte de ellos estaban deshuesados. Las imágenes son de llamar la atención: a algunos de ellos sólo les dejaron la carrocería. Cinco de ellos, incluso, habían sido robados en Estados Unidos.
Desde que la guerra entre los Guzmán y los Zambada comenzó, en Sinaloa se vive lo que los expertos denominan una “explosión de violencias”. Las violencias letales, homicidios dolosos y desapariciones, se multiplicaron por dos o tres veces a partir de septiembre del año pasado y así siguen; mientras que dos violencias patrimoniales, el robo de vehículos y el robo a comercio, también sufrieron escaladas de doble dígito.
Pero de todos los delitos que crecieron, el robo de vehículo es el que muestra los números más abrumadores. Le doy datos, del 9 de septiembre de 2024 al 14 de noviembre de 2025 se han robado un total de 8 mil 242 vehículos en el estado, para un promedio de 19.1 diarios. Poco más de la mitad de estos robos han ocurrido en Culiacán y la zona centro de Sinaloa. Los vehículos más robados son sedanes y pick ups de modelo reciente y de colores blanco o plateado.
Esos números sirven para explicar y entender otros impactos de esa violencia patrimonial: la reducción de la movilidad y el cambio de hábitos de las familias que temen ser despojadas de sus carros, sobre todo por la noche; la caída en ventas de vehículos nuevos a la mitad, en parte por la crisis económica y la otra por el cálculo que hace la gente de perder un auto recién comprado con mucho esfuerzo; así como el uso de un porcentaje de esto vehículos para hacerse la guerra de manera directa.
Pero lo más interesante es que el hallazgo de este deshuesadero clandestino confirma lo que ya intuíamos: que el robo de vehículos es otro de los grandes negocios de las facciones en disputa y cuyos ingresos se usan ahora para financiar la guerra y otras necesidades como nómina o compra de precursores y armas.
Ese negocio tiene dos vertientes: los vehículos que se roban para vender por partes en yonkes y refaccionarias sin factura (como es el caso del decomiso de Eldorado), y los vehículos de modelos más caros o recientes a los que se le duplican placas y documentos para revender “doblados”, como se dice coloquialmente.
Pero sí ya sabemos eso, la pregunta es por qué hasta ahora no hemos visto de parte de nuestras autoridades un operativo más proactivo y dirigido para detener la cadena de suministro de autopartes y vehículos robados. Así como lo hemos visto contra la “jugadas”, las cámaras de videovigilancia clandestinas o los mismos laboratorios de producción de drogas sintéticas, acciones que vale reconocer y aplaudir y que nos recuerdan que la autoridad cuando quiere, puede.
Ninguno de los dos negocios que surgen del robo de vehículos se explica sin corrupción o el dejar pasar de parte de dependencias como vialidad y tránsito, así como sin el contubernio de negocios de autopartes y talleres.
Otro problema con el robo de vehículo actual en Sinaloa es que dado el avance de la tecnología que hace prácticamente imposible robarse un carro estacionado, así como el contexto de la guerra donde más asaltantes hay sicarios fuertemente armados haciendo la chamba, los despojos de vehículos son cada vez más violentos y sobran casos donde la víctimas han resultado heridas o hasta asesinadas al intentar huir o resistirse.
La evidencia está allí, la pregunta es si las autoridades van a decidirse, en algún momento, a cortarle el negocio millonario del robo de vehículos al crimen organizado. De hacerlo no solamente le quitarían importantes recursos financieros a la guerra que vivimos, sino que le darían a todos los ciudadanos la posibilidad de volver a salir a la calle o la carretera sin miedo.