El Rincón del Cachi Anaya

Entonces Pedro Álvarez compartió un video y los recuerdos como bengalas empezaron a hacer zigzag a diestra y siniestra, con tal punto de estruendo, que fue menester preguntar en cuál ruta de la vida se había quedado varada aquella circunstancia de placidez musical y bohemia en que llegó a convertirse El Rincón del Cachi Anaya, un pedacito de consuelo ubicado en la planta baja del Hotel Salvador, por el boulevard Leyva Solano, que fue un remanso de felicidad para toda una generación.

Quizá a los chavales de hoy les sea difícil de entender que hubo una época y hubo un sitio, que solía visitar en los 90, en donde departías y brindabas, en tanto oías música clásica totalmente en vivo.

Y cuando no era música clásica, como la Danza Húngara No.5, de Brahms, el ambiente también era un contento con piezas tradicionales de las grandes orquestas, como Patrulla Americana, del repertorio de Glenn Miller, que fue el video que subió a redes el músico Pedro Álvarez, en donde está él mismo participando en un trío de saxofones junto con su padre don Cuauhtémoc Álvarez y Jesús Anaya Landeros, quien heredó por derecho propio el apodo de “Cachi Anaya” y se instituyó en director de la orquesta que fundara su padre, don Salvador Anaya: toda una leyenda en Culiacán.

Casi imposible transcribir la profunda emoción de ver al conjunto de músicos de un ayer tan cercano, donde se suman Salvador y Carlos Anaya, Víctor Anzures y Fito Penne, cada cual con su instrumento.

Habrán de perdonar que ponga aparte el nombre de don Enrique Bernal, porque justo con Patrulla Americana, en El Rincón del Cachi Anaya, hacía que los parroquianos (damas incluidas) se desgranaran en aplausos, admirados de la energía de aquel señorón haciendo un solo tremendo en la batería, con las baquetas (palillos) como relámpagos sobre los tambores y platillos, pero como si nada, impertérrito, quien agradecía la ovación con cualquier o ningún movimiento. Casi ajeno.

Quiero decir, y digo, que El Rincón del Cachi Anaya era a donde acudían damas con toda la naturalidad del mundo, hacia una época en la que en bares y cantinas no se veía a mujeres, incluso negado su acceso en varios de ellos, como tal se anunciaba en los letreros. Se dice por ejemplo que la actriz Inga Pauwells quiso conocer El Quijote, pero que para ello se tuvo que disfrazar de varón.

En este bar ya del pasado se podía compartir mesa con la poeta Rosa María Peraza, con la admirable “Jesu” Angulo, con María Elena Sanz, con Laura Álvarez Tostado, Refugio Lamarque, Cecilia Pía Medina y tantas otras damas que iban a reunirse con sus amigos y a disfrutar muy buena música.

Imaginen, los que nunca fueron, a don Jesús el Cachi Anaya junto a tu mesa tocando el violín, porque solicitaste Las Bodas de Luis Alonso, la clásica de Los Churumbeles de España. Aquello era un lujo espectacular, como supongo que también lo fue, varias décadas atrás, cuando en la entrada de algunos cines de Culiacán había orquestas para llamar la atención, como en el Cine Royal, de cuya firma se desprende el primer nombre de la Orquesta del Cachi Anaya, justo porque a sus puertas dio principio la historia de la agrupación que tuvo entre sus músicos a Pedro Infante y al Negrumo.

Comenta Pedro Álvarez que de vez en cuando conversa telefónicamente con el Cachi Anaya, ya retirado de los escenarios; dice además que en octubre de este año don Jesús estará cumpliendo los 91 años de edad: por la dicha que nos dio, vayan estas líneas como festejo adelantado. Y punto.