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"COLUMNA"

"Expresiones de la Ciudad: ¿Cómo le quedó el ojo?"

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La ruta del paladar
23/10/2017 16:00

Las palabras, siempre las palabras ultimando las cosas, decía en un verso la poeta Rosa María Peraza. Y jugando un poco al parafraseo, digo yo que los ojos, ¡ay, los ojos!, siempre echándolo de cabeza a uno, tan traicioneros ellos, tan libertinos, tan de ventanas abiertas para que el morbo ajeno se asome a nosotros y mire lo que no queremos que vean, a veces ni siquiera la puntita. Ay, mis ojos, oiga, igualito que en la canción, repetidamente me denuncian lo que siento.

Pues en estas ando, fíjese, reflexionando en la barbaridad de anuncios que seguido hacemos sin utilizar ni el más mínimo gramo de palabra hablada, saliva incluida, porque el cuerpo se comunica por nosotros y a veces sin que se lo pidamos. Hablan las manos, hablan los sobresaltos, habla la rigidez o la soltura de los músculos del rostro; habla la posición de nuestros hombros, habla la piel erizada. Habla todo. Hablan y hablan y nosotros ni en cuenta. Como pintados por la vida.

Por esta vez quiero aventarme un round con el rollo de los ojos, pero no tanto sobre algo de lo que yo me haya dado cuenta por andar de mirón, con un supuesto tal como el de que “vas a ver; ya te vi que me estás viendo”, que es de la firma de don Pancho Madrigal. Más bien el round es con los compositores (como don Pancho), tan amantes, los muy líricos, de atribuirles funciones a varios órganos sensoriales del cuerpo, como los ojos y el corazón. Pero ya dije: me voy por el asunto de las miraditas en las letras de las canciones.

Y si empezar es la exigencia, clavadísimo con “La Norteña” que tan bonito cantaba doña Tehua, esa donde aparecen unos ojos que semejan jardín de flores y que con un sólo volteón le dieron matarife de amor al correspondiente enamorado, pues qué otra cosa podría significar eso de que sus ojitos me miraron y esa noche me mató con su mirada. Y bien clavado también con esos “Ingratos ojos míos” que no me dejan en paz, tema que me gusta mucho con la voz tremenda de Lucha Villa, pues además el arreglo contiene un acordeón impresionante. Y si a ojos rompedores de tranquilidad lleva la cosa, entonces veamos los de “La Panchita” (que precioso cantaba Lucha Reyes), porque, neta, madre mía, ya no sé qué siento cuando me mira la Pancha y lo más seguro es que esta recondenada me roba la calma.

¿Y qué tal la descripción que se avientan de “Gabino Barrera” en su correspondiente corrido? Pues, oiga, que no nomás era alto y bien dado, ancho de espalda y rostro mal encachado, sino que aparte, fíjese, su negra mirada un aire le daba al buitre de la montaña. Y por otro lado tenemos a “María la Bandida”, ay, tan perrucha ella, y tan frígida, digo yo, porque era una mujer que no sabía ni entendía de cosas de amores, y que quizá por eso sus ojos grandotes no expresaban cariño. Mira, tú. Y mira (de mirar) pero no mucho, porque no vaya a ser que se te arme la misma trifulca que se les armó a un “rural” y a “Arnulfo González”, tan peleoneros los pobrecitos, tan dados a ofenderse nomás porque a uno no le gustó que lo mirara el otro. O viceversa. –Oiga, qué me ve –dijo uno de ellos–. –La vista es muy natural –respondió el otro–. Y sacaron pistolas y córrele porque te pego. Pumba, pumba, pumba.

Por supuesto que existe una barbaridad de temas con referencia a las atribuciones de los ojos, como aquella, tan obvia por su título, como fantástica, en la que el enamorado llega a reconocer que sus ojos le denuncian lo que siente, tristeza incluida, no porque se haya visto en un espejo y, ándale: ¡qué jodido estoy!, sino porque los ojos de la mujer amada se lo dijeron a él, al mirarlo. Algo así como ojo por ojo: el rollo de tu tristeza ojerosa se te rebota desde mis ojos.

Y qué decir de las letras de José Alfredo Jiménez, como la de “Cuando nadie te quiera”, donde existe un verso donde muy clarito dice que cuando el orgullo se va al carajo, que cuando de él no queda ni gota, pues, mire: la lucecita de los ojos se comienza a apagar. Y así, oiga: ojos y ojos, canciones y más canciones. Pues como la cosa no tiene fin, aquí me bajo. ¿Cómo le quedó el ojo? Y punto. Comentarios: expresionesdelaciudad@hotmail.com