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"COLUMNA"

"EXPRESIONES DE LA CIUDAD: El éxito del Festival Virtual de la UAS, quizá porque Pepe el Toro es inocente"

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La ruta del paladar
15/05/2020

La primera computadora que hubo en la hoy flamante Dirección de Comunicación Social de la UAS, o como se llame, fue uno de aquellos artefactos panzones, por supuesto que en blanco y negro, que adquirí exclusivamente para escribir mi libro sobre la vida de Amparo Ochoa. Por supuestísimo que también fue usada en los menesteres propios de la oficina, que entonces se llamaba Dirección de Información y Relaciones. El jefe de aquel entonces y hoy diputado local, Sergio Jacobo, de seguido me hacía parar la tecla sobre lo mío y daba en dictarme los discursos que le hacía al Rector, ahora senador de la república, Rubén Rocha Moya. Y yo tecleaba con gusto, con el orgullo que provee la sensación de ser un prófugo de la máquina de escribir Remington.

Julio Bernal

 Sobre el internet, ni sus luces. Y de los celulares, nadita de nada.

 Pero años después aquello de la fibra óptica y de la madre que la parió andaba en todas las bocas universitarias, que se enchuecaban al pronunciarla, aunque ni maldito sabíamos de su composición, excepto que por sus redes iba a circular la fantasía del internet, que llegó a nuestras vidas, le puso una revolcada a las neuronas y córrele porque te pego. Y ya nunca nada volvió a ser igual.

 Sobre el Facebook, digo yo que Mark Zuckerberg era un adolescente en ejercicio de la mano amiga, tradición que obliga, y que ni siquiera imaginaba la hecatombe por venir, en términos de comunicación de masas con su Facebook. Pero con el internet devinieron los chats, y qué días aquellos: de transfiguraciones, de conectarte a la red con otro nombre. Y con otro sexo. Y con otra edad. Fue la locura. Y el abuso.

 Sin embargo el vértigo del tiempo nos cayó encima, dejándonos apenas respirar con las nuevas herramientas tecnológicas de información y comunicación, con las redes sociales, con los teléfonos inteligentes y con otros dispositivos que ni siquiera comprendíamos ni comprendemos, parafernalia que trajo el gato a nuestras vidas de la mano del internet, porque sin éste, el gran grueso de aquéllo jamás hubiese existido.

 Yo en realidad, por años, no le vi un uso apropiado a las redes sociales, porque nada más solían entretener a los usuarios, de bobería a bobería, más la grave tergiversación de la información y las noticias. Y peor aún: cuando los más florecidos analfabetas empezaron a sentirse periodistas.  

 Pero acabo de vivir una experiencia religiosa: a mis años, a meses de jubilarme y de luego ser declarado anciano decrépito -huesos osteoporósicos incluidos, clac clac-, al formar parte, como Jefe de Prensa de la Coordinación General de Extensión de la Cultura de la UAS, del primer festival virtual de la casa de estudios a la que pertenezco. Y vi ensancharse, como nunca, el aprovechamiento de redes como Facebook, de aplicaciones como el WhatsApp y de softwares como Zoom. Participé en reuniones virtuales y me sentí como personaje de la caricatura Los Supersónicos.

 Doy gracias a la vida, o a quien haya que darlas, por permitirme tal exabrupto a mi edad. Tenía dudas -yo digo que como todos- del éxito del Festival. Y fue rotundo. Quizá debido al confinamiento por la pandemia, o también porque Pepe el Toro es inocente. Pero la experiencia allí está y creo que eso, como aquellos primeros días del internet, también cambiará nuestras formas de ver, de hacer, de planear, de aprender y disfrutar. Y punto. Comentarios: contacto@al100xsinaloa.com

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