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"COLUMNA"

"EXPRESIONES DE LA CIUDAD: Mago de Corona, con la música en el corazón"

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La ruta del paladar
09/09/2020

Ocurrió hace un tiempo a la hora en que duermen los gatos, cuando departía -frente a una botella de algo- con dos músicos universitarios. Hubo un momento en el que fruncí el entrecejo para ver con más enfoque la cara estupefacta de uno de los contertulios, a quien no le cabía en su entender el hecho de que yo hubiera conocido, como Dios manda, a la maestra Mago de Corona, y que ella no representara para mí únicamente el nombre del auditorio de la Escuela de Música de la UAS.

Desde la refulgencia de su juventud, aquel chaval quiso tildarme de antiguo, pero refuté que mi edad era un estandarte de orgullo y gozo, feliz de haber estrechado la mano de la señora Mago.

 Ella estilaba exquisitez desde cualquier ángulo y circunstancia, como cuando en un concierto de piano de un alumno suyo, realizado en la Casa de la Cultura de la UAS, le cedí el uso de la voz para que ofreciera los pormenores del programa, pero en el transcurso de su asiento al pedestal donde estaba el micrófono, sus elegantes zapatillas de tacón alto empezaron a enredarse con el cable; y de súbito, quienes allí estábamos, la vimos caer el piso, pero no con estrépito, sino con una sutileza como de bailarina de ballet, entre las ondulaciones de su faldón negro de seda de gusano vivo.

 Confieso que algún raro mecanismo se me activa cuando veo caer a alguien, y estallo en risa. Como esa vez. Excepto que lo hice en la plazuela Rosales, a donde fui, luego de ayudar a que se levantara.

 Era admirable, fina. Era una dama en toda la extensión de la palabra. Siempre vestida con distinción, afable, educada y generosa. En términos más formales, se hacía llamar Margarita Sánchez de Corona, pero su segundo apellido era Rodríguez, nacida el 10 de mayo de 1922, en Guadalajara; y ya casada con el doctor Leopoldo Corona, arribó a Culiacán hacia el mes de agosto de 1941.

Casi 6 años después, el viernes 10 de enero de 1947, se instituye entre los fundadores de la Sociedad de Amigos de la Música, por esos días en que se multaba a las familias que no barrieran las banquetas de sus casas, por esos días en que había quejas por la juventud vándala que arrojaba objetos desde las localidades altas de los cines Apolo, Lírico y Humaya; por esos días en que la rumbera María Antonieta Pons provocó ardores con sus cadencias en el Tamazula Country Club.

 Junto con Mago de Corona, a dicha Sociedad la integraron figuras como su esposo Leopoldo Corona, Víctor Stanislawsky, Amado Blancarte, Alfonso Zaragoza, Adolfo Clouthier y Alicia Calles de Almada. El primer invitado fue el violinista polaco Henryk Szervng, presentado en el Casino de Culiacán.

 De acuerdo a Teodoso Navidad (La Voz del Norte, 16 de noviembre de 2014), tanto ella como su esposo influyeron en los ánimos de gobernadores como Leyva Velázquez y Leopoldo Sánchez Celis, para crear la Banda de Música del Estado y la Orquesta Sinfónica del Noroeste. Y de luminosas consecuencias, Mago de Corona, en 1965, sentó las bases para la creación del Centro de Estudios Musicales, que a la postre se convertiría en la ahora reconocida Escuela de Música de la UAS, plantel en el que impartió clases de piano hasta casi el final de su brillante vida, luego de 32 años de servicio.

 A mí me tocó tratarla entre 1985 y 1989; y no me enteré de su partida, acaecida el 24 de septiembre de 1991. Vayan estas líneas a manera de homenaje, porque personajes como la maestra Mago de Corona guardan el signo de lo extraordinario. Y punto. Comentarios: contacto@al100xsinaloa.com

 

 

 

 

 

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