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Columna

La cantante de El Danubio Azul

La ruta del paladar
22/02/2022 10:26

Le apodaban la Guagua y se apellidaba Castro. Ella era la esposa de don José Pérez, nada más y nada menos que el dueño original de El Danubio Azul de la colonia Tierra Blanca. Así me lo contó José Antonio Ríos Rojo, Secretario General del H. Congreso del Estado; pero fuera de cargos: mi amigo desde hace ya demasiados años, con quien viví una época de gran compañerismo como militantes del Partido Mexicano de los Trabajadores. Tenía una camioneta verde y vieja, que era la de los raites.

Me dijo Ríos Rojo que toda su infancia la vivió en la colonia Gabriel Leyva y que el dueño del terreno era don José Pérez, a quien le tocó divisar no pocas veces, cuando se apersonaba a cobrar la renta.

El tema de El Danubio Azul también salió en una colorida mesa durante opípara mariscada en el Club Sinaloa, encabezada por el socialité Rosendo Flores y donde, entre otros personajes, estuvieron Jaime Félix Pico y Miguel Salmón del Real, este último, flamante director de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes. El Chendo nos compartió algo de sus andanzas por los rumbos de El Danubio, hasta sobre una novia que tuvo por allí, quien vivía muy pegado al río Humaya (que era como el patio trasero de El Danubio): que en el portal de la casita se sentaba muy modosito, como santo.

Pero la trama más briosa sobre El Danubio se dio en Facebook, porque compartí mi primera columna sobre este ajetreado tema en el Grupo “Culiacán, su Gente, su Historia”, al que bien pertenezco.

Por ejemplo, Fernando Páez recordó su infancia en Tierra Blanca y dijo que, por la Quinta, en el punto donde concluía la calle al pegar con la Obregón, le decían la terminal porque allí confluían los tranvías que bajaban de la sierra con gente que venía a surtir mercancías. Fernando Páez vislumbró a un Danubio Azul abandonado, fuera de operaciones. Incluso que el ruinoso edificio llegó a darle miedo. Sus comentarios lo conectaron a otro internauta, Rodolfo Meza, hablando de los años 60.

Esto del temor también lo dijo Guadalupe Ramírez, dejando constar que su abuela vivió por la calle Teresa Villegas y que le tocó acompañar a unas tías, por ese rumbo, a comprar leche bronca; que sólo una vez se animó a entrar a El Danubio, pero que sí infundía miedo por su estado de abandono.

Fue Ricardo Díaz Yáñez quien aseguró que (quién sabe entre qué otros vaivenes del club donde cantara Pedro Infante), fue reabierto en los años 80; y lo tiene claro porque en El Danubio Azul tuvo una fiesta de graduación en 1989, añadiendo que aún existía la terraza con vista al río. Otras personas que se remontaron a los 60, nombraron a grupos musicales como Los Santos y The Falcons.

En el famosísimo Danubio, que hasta cancha de volibol llegó a ser cuando sólo le quedó la barda (escribió Germán García), tuvo una cantante asidua de nombre Laura Beatriz Ojeda Ríos, ahora con 80 años de edad, pero con una lucidez tremenda para narrar sus memorias a David Romero y Gil Niebla, dos originales del rumbo que me hicieron el favor de entrevistarla. Se refirió mucho a su etapa a artística, a sus cantadas en las radiodifusoras de moda, y de la vez que don Miguel Urías, luego de dejar de manejar el Club Social Tierra Blanca, la invitó a integrarse a elenco de El Danubio.

Doña Laura rememoró las tardeadas y el baile grande al caer la noche. Habló de la minifalda, del despeinada jajá, jajá, aunque ella misma se clasificó como folklórica. Mucho le agradezco. Pero el tema no acaba aquí, porque Carlos Ruiz Acosta también se ha sumado a las remembranzas. Y punto.