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"Unidos salen adelante"

"La mala racha de los tres hermanos"

"Después de quedar en orfandad, a Édgar, Alberto y Manuel les roban las puertas y ventanas, se le quema la casa y sufren la pérdida de su abuela"

CULIACÁN._ Édgar, Alberto y Manuel no han perdido el humor. Sonríen a pesar de que la mala fortuna parece haberse ensañado con ellos.

 

Su madre los abandonó y su padre no está presente para ellos. Vivían con su abuela, quien pereció atropellada en un accidente vial hace poco más de un mes; su casa no tiene ventanas ni puertas porque se las robaron y hace un par de años la casa se les quemó.

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Aun así, Édgar, a sus 20 años, no ha dejado de ir a la escuela. Estudia en la Facultad de Contabilidad y Administración de la Universidad Autónoma de Sinaloa por la mañana, a media tarde deja preparativos para un sushero y atiende otro restaurante por la noche.

 

Luis Alberto, de 17, es repartidor del mismo sushi; y Manuel, de 14, limpia rines y unta almorol a las llantas de los camiones urbanos de ruta Toledo-Centro, cuando los choferes son buena onda, por 150 pesos el medio turno.

 

A su estufa sólo le sirve un quemador y hay que cerrarle al cilindro de gas cada vez que la dejan de usar; al refri sólo le sirve la parte de arriba. Para tener agua hay que pagarle 20 pesos a la vecina por ocho cubetas y una bañera llena, y por la luz otros 200 pesos por mes.

 

Mientras Édgar, Alberto y Manuel cuentan su historia, hay cientos de empresarios y presidentes de organismos civiles que se han reunido en el Salón Gobernadores para su nuevo programa de valores.

 

Irán López, el único Regidor de Morena en el Cabildo de Culiacán, supo de este caso por “El Pitahaya”, un encargado de unos campos de futbol en La Costerita, que pensó que sus vecinos necesitaban una ayuda.

 

En el DIF, recuerda Irán, sólo les dieron algunos pares de zapatos que no eran de su calzado. En sus programas, agregan, no tienen cabida.

 

Parece difícil que estos jóvenes, que habitan una de las 11 colonias con más llamadas de auxilio por violencia intrafamiliar en 2015, quieran escuchar de programas de valores cuando se han metido un par de veces a robar a su casa, una vieja mole de concreto y ladrillo con piso de tierra y rodeado por lámina, como un fuerte de guerra.

 

 

El empujón que les falta

El miércoles 22 de marzo, los tres jóvenes visitaron por primera vez el Palacio Municipal del Ayuntamiento. El Regidor de Morena leyó un discurso en que contaba algunas de las situaciones lamentables que sufrieron.

 

Llegaron ahí porque les convencieron de que podría ser una opción para obtener ese empujoncito que les hace falta.

 

Desde el punto de vista de Luis Alberto, a él y sus hermanos les urgen la estufa, el refrigerador o un abanico. Luego las ventanas, las puertas.

 

Estas últimas les faltan porque en alguna ocasión, algún conocido bien intencionado, les prestaron una casa.

 

“Nos prestaron una casa mejor, para cuidarla un tiempo”, recuerda Luis Alberto.

 

Cuando regresaron faltaban los cristales y las celosías de las ventanas, sólo hay protecciones, y también las puertas.

 

También faltaba la loza y otras cosas de utilidad, además había crecido monte dentro, junto al área de la cocina.

 

Luego de eso, el 5 de septiembre de 2015, los hermanos sufrirían otra catástrofe: el incendio de su casa.

 

En portales de internet hay fotografías y videos del incidente. Incluso, señalan que Manuel Omar, en aquel entonces de 11 años, pretendía calentar pozole cuando ocurrió el evento.

 

“Éste estaba cocinando”, señala Luis Alberto a Manuel Omar, quien se queda muy serio.

 

“No, yo ya me había ido, antes de que se prendiera”, aclara el acusado. “Dejé así un papel de tortilla, que lo prendía para prender... me quedé comiendo, ya me fui, ahí dejé la comida, fui por una coca... estaba comiendo salchichas, ya en la tarde; estaba en la tienda y 'eh', dije, '¿qué se estará quemando allá?' lo bueno es que no estaba mi abuela, no había nadie”.

 

La pérdida, además de la empapada del inmueble, fue de una buena parte de la techumbre de madera y lámina de cartón.

 

A Manuel parecen no gustarle las bromas sobre si la quemó a propósito o no.

 

“Si la hubiera querido quemar, la quemo y me voy”, señala serio.

 

 

El jefe de la manada

 

Édgar recién llegó a la casa y no ha dejado de sonreír. Asegura que a veces sí hay que ponerse serio y regañar a sus hermanos menores que pelean, sólo de broma, aclara Luis Alberto, como algo natural.

 

Pero en realidad no tiene mucha queja. El papel ese que desempeña ya tiene tiempo, no sólo desde que su abuela falleció.

 

“Desde antes, porque desde que iba como en tercero de secundaria, porque mi mamá nos dejó desde hace mucho tiempo”, cuenta, “ya vivíamos con mi abuela, pero pues ella no podía trabajar, yo le hacía como podía, vendía pan, un señor me consiguió (trabajo) ahí en el sushi”.

 

La paga no es mucha, asegura, pero ha servido para sobrevivir. El detalle es que conforme avanza el tiempo, hay ajustes por hacer, ahorros y preparativos para el próximo ciclo escolar y material que usará.

 

Para el domingo a veces no les alcanza.

 

A la orfandad de los tres, siendo niños, también se les atravesaron otros problemas familiares.

 

En 2015, según el Consejo Municipal Para Prevenir y Atender La Violencia Intrafamiliar catalogó a la colonia Antonio Toledo Corro como una de las 11 más afectadas por este problema en Culiacán.

 

Un tío de los jóvenes con problemas de adicción representó por años muchos problemas para la abuela Gregoria. Incluso, hasta llegar a los golpes.

 

Otro de sus tíos, un ex marino que fue dado de baja también por problemas de adicción, era el benévolo, sin embargo no residía aquí, sino en Mazatlán.

 

El primero fue arrestado y encarcelado por posesión de droga y cumple su condena junto a un programa de rehabilitación.

 

Del segundo, nada saben. Incluso no pudieron avisarle de la muerte de la abuela.

 

Del hecho funesto hay registro en los medios.

 

“Automóvil arrolla y mata a mujer”, dice un encabezado. En el par de párrafos, señala que el responsable se dio a la fuga.

 

La muerte de Gregoria robó otro pedazo de esperanza de los jóvenes, pero éstos se han aferrado.

 

“Pues, es que si me tiro a la milonga no voy a hacer nada, no voy a salir de lo mismo, del trabajo, y no me gustaría; yo siempre intento superarme y siempre apoyar a mis hermanos”, expresa Édgar.

 

  

La vida difícil

 

Los tres han sabido sortear cada obstáculo que hasta hoy les ha puesto la vida en el camino.

 

Una vez, a una hermana más pequeña que en algún tiempo les acompañó, le picó un alacrán y tuvieron que salir a buscar un raite para llevarla a urgencias.

 

A Manuel Omar un día le mordió un mapache y todavía tiene una cicatriz en el empeine que le hace recordar el suceso.

 

“Se escuchó un ruido (en el patio), había un baño, ya fui, y salió el mapache y no me soltaba”, señala su cicatriz.

 

“Salió un tío que era marino y andaba arriba de la casa, agarrándolo, con un machete para matarlo”.

 

Otra vez el mismo Manuel Omar tuvo un accidente y una varilla se le ensartó en la ingle.

 

Por eso es que otro de los planes a futuro son juntar dinero para comprar una motocicleta, revela Luis Alberto, para las vueltas y las emergencias.

 

Pese a vivir en una sector difícil, los tres descartan que sea un lugar en el que hayan corrido mucho peligro.

 

Además de que el sector es ubicado por problemas de violencia intrafamiliar, están junto a otras colonias como la 10 de Mayo o la Lázaro Cárdenas, ambas entre las 50 más peligrosas del país.

 

De hecho, la segunda, estuvo rankeada entre 2014 y 2015 como la sexta colonia con más llamadas de auxilio a los números de emergencia de la capital de Sinaloa.

 

“Cholos hay, ya puros cholos retirados”, dice Luis Alberto.

 

-¿Pero se meten con ustedes?

No.

 

-¿Y están a gusto aquí?

Sí.

 

A Alberto le faltan tres materias para finalizar la preparatoria. Estudiaba en un programa implementado por la Dirección de Seguridad Pública y acudía a las instalaciones del Politécnico Nacional, sin embargo, el programa mutó y enviaron a los alumnos hasta la colonia El Vallado a donde le fue más difícil llegar, porque para acudir necesita pagar al menos cuatro camiones.

 

Manuel Omar, de quien aseguran era el más inteligente, con diplomas y reconocimientos, dejó pendiente quinto y sexto año de la primaria Jesús Manuel Ibarra Peiro, para ser ayudante de los choferes de la ruta Toledo-Centro.

 

Ninguno sabe qué será de mayor, pero aseguran que quieren volver a estudiar, como cuando la abuela Gregoria le consiguió una beca en el DIF local a Manuel Omar.

 

Édgar prepara ya otro año en la Facultad.

 

“Ahorita lo que nosotros estamos buscando más que nada es quién nos ayuda con puertas y con ventanas, porque ya se nos han metido aquí; nos gustaría asegurar, primero, la casa; una vez se nos metieron a robar, pero pues ya no tenemos casi nada”, expresa Édgar.

 

Aunque hasta el momento ha recibido un buen apoyo de los vecinos, busca independizar los contratos de agua y luz.

 

“Hemos avanzado yo y él (Luis Alberto), hemos buscado para ver si nos ayudan a poner el agua y la luz propia, porque ahorita nos pasa una vecina, pero la luz no hay tanta bronca, pero para el agua sí se batalla... a veces que la señora se va, y tenemos que esperar, para que ella llegue, que nos pase el agua”, describe.

 

“Agarramos agua el martes y pues ayer lavamos, limpiamos la casa y ahorita, ya para mañana, vamos a pedir agua para poder tener agua el fin de semana... nuestra estufa ya nada más sirve un quemador, pero cada vez que cocinamos tenemos que cerrar el cilindro, igual el refri ya no sirve la parte de abajo, nada más arriba”.

 

En un día normal, Édgar va a la escuela de 6 a 11 de la mañana.

 

“Después ya llego y limpiamos la casa entre yo y mis hermanos, hacemos comida, hago tarea, aquí en la esquina un señor puso un sushi, y como yo tengo conocimiento de eso, el señor me dijo que si le ayudo a él, voy un ratito, y en la noche me voy al otro sushi”, relata.

  

-Y para cocinar, ¿quién lo hace?

Nos la rolamos, cocinamos él (señala a Luis Alberto) y yo; la mayoría de las veces él cocina, porque yo llego cansado y con sueño.

 

-¿Y Manuel está castigado?

No, él casi no. El otro día hizo unas papas y le salieron así, crudonas.

 

 

 

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